Daniel López, en su obra Historia del globalismo, distingue entre globalismo malo y globalismo positivo, esto es, «cuando las revoluciones industriales que han posibilitado la expansión de los mercados a todos los ángulos del globo terráqueo y que, por ello, suponen la interacción entre los países mediante el comercio internacional propiciado por los medios de transporte y las comunicaciones». Es evidente que esa globalización se trata de una evolución buena, que refuerza al individuo y al bien común, local o global.
El contraste de lo bueno y de lo malo siempre ha sido parte de la naturaleza de la que personas buenas han hecho cosas buenas y las personas malas, malas… «Por sus frutos los conoceréis». En este mundo globalizado y globalista, donde las medias verdades, las mentiras mediáticas, las luchas del poder en el poder, donde el dinero está a disposición de las ideologías, las crisis económicas socavan las clases medias, la pérdida de las referencias identitarias, las ideas de low cost, la baja moral individual y la confusión social que provocan las leyes perversas sobre la percepción de las cosas y la autopercepción de las personas, hay hombres poderosos que se aprovechen de estas debilidades se hacen más ricos y más poderosos, no necesariamente en este orden. No son conspiranoias cuando los datos son contrastables con las evidencias -evidencias que se ven, no que te cuenten los medios de comunicación-. Entre estas evidencias, hay un todo de dos partes: la depresión demográfica en Europa frente la explosión de inmigración descontrolada, de la que cada vez se sabe más de dónde y por qué vienen, así como de los que lo promueven.
No son conspiranoias cuando los datos son contrastables con las evidencias. Entre estas, hay un todo de dos partes: la depresión demográfica en Europa frente la explosión de inmigración descontrolada, de la que cada vez se sabe más de dónde y por qué vienen, así como de los que lo promueven
La inmigración es causa-efecto que siempre ha existido. Adiós mi España querida de Rafael Torres habla de la nuestra en la década de 1950, que no es comparable a lo que hoy sucede en nuestras fronteras costeras. Pero nunca hasta hoy se había dado como producto de un proyecto de invasión con efectos de inversión social. La Europa que hoy conocemos es cada día más débil. Lo es porque el proyecto se sostiene en el dinero, que no tiene alma, ni ideología, ni amo; se han olvidado de la persona, que es quien da sentido al quehacer humano y a la historia. Somos conscientes de que por encima de los intereses de los europeos, es decir, de Europa -porque Europa son los europeos, no los que manduquean en Bruselas-, hay un proyecto globalista: el traslado innecesario de seres humanos que llegan de otros lugares y otras culturas, cuyo fin es el realojo sin más objetivos que estar ahí, en el país que les toca por cuota, mantenidos a costa del esfuerzo de todos los que sí trabajan, con todas las garantías de la sociedad del bienestar que hemos alcanzado sin dar, sin poner, sin aportar nada a cambio, solo ser eso, etnias diferentes acogidas porque sí sin dar nada a cambio, ni si quiera el respeto debido al país que le acoge.
El proyecto de Soros y la alianza entre la izquierda y el gran capital escrito por Carlos Astiz muestra a este filántropo enamorado de la raza humana con la que hace negocios como si fueran cabezas de ganado. Les invito a dar un repaso a su web Open Society Foundations y que descubran sus mensajes llenos de tics publicitarios como «trabajamos para construir democracias vibrantes e inclusivas cuyos gobiernos rindan cuentas a sus ciudadanos», y ahora sigan buceando en sus contenidos, busquen cómo lo hacen, sus resultados, el dinero invertido, y comprobarán que todo es puro bluf informativo que no dice nada de nada. Pero la realidad es que son los que instan a los gobiernos a recibir inmigrantes desde cualquier lugar del mundo.
La Europa que hoy conocemos es cada día más débil. Lo es porque el proyecto se sostiene en el dinero, que no tiene alma, ni ideología, ni amo; se han olvidado de la persona, que es quien da sentido al quehacer humano y a la historia
Otra de sus mecanismos con los que desfoga ese altruismo sin fondo que caracteriza George Soros es Open Arms, una ONG española que se dedica al rescate de «refugiados que llegan a Europa huyendo de conflictos bélicos, persecución o pobreza», si la frase no fuera así de bonita, nadie les creería. Esta ONG fue fundada en 2015 por George Soros, cuyo patrón es el podemita Óscar Camps, que a su vez es premiado en 2017, por otro de los sufragados políticos de Soros, Carles Puigdemont. La misión de estas almas caritativas, no es sólo el rescate de los náufragos, sino el traslado de inmigrantes ilegales a países de la Unión Europea, que Open Society se encarga de repartir por cuota entre los estados miembros quieran o no… ¿O sí? Porque Hungría ha tomado decisiones soberanas y no lo hace porque ellos deciden sobre sus fronteras y las condiciones de su propio país.
Así pues, nos encontramos ante un dilema trágico: la caída en barrena de la renovación generacional de nuestros países occidentales. El INE acaba de publicar las proyecciones demográficas para 2022-2072. Prevé una llegada masiva de inmigración y una gran merma de población española autóctona. En 50 años seremos 53 millones de habitantes, de los que más del 50% serán inmigrantes o sus descendientes (ahora, el 20%). Si no llegara más inmigración ni emigrara nadie, España perdería casi 16 millones de habitantes en 50 años.
El INE prevé una llegada masiva de inmigración y una gran merma de población española autóctona. En 50 años seremos 53 millones de habitantes, de los que más del 50% serán inmigrantes o sus descendientes (ahora, el 20%)
Es incomprensible que, por necesidades de nuestro mercado laboral, el INE prevea para 2022-2025 casi dos millones más de inmigrantes netos, pese a los tres millones de parados que hay en España, con un paro del 20% o mayor entre los inmigrantes. Los hogares serán cada vez menos moradores, como es tendencia desde hace 50 años. Se calcula que, en 2037, en el 30% de las casas solo vivirá una persona.
La falta de política pro familia, más las políticas de género y/o homosexualistas, más la inyección de mano de inmigrantes sin cualificación profesional, con una desconexión inmediata idiomática -como no sucede con los procedentes de Iberoamérica-, provocará que los españoles, si no aumenta su fecundidad de 1,2 hijos por mujer, están abocados a menguar, envejecer. Y con esto cierro el círculo: se cumple la agenda demografía dictada por la ONU de reducir el número de habitantes en el mundo y la disolución de España tal y como la conocemos con su arrojo genético histórico, que no es más que la puntilla definitiva a la guerra cultural contra la Hispanidad.