La caída demográfica preocupa a todos, menos a los políticos que siguen mirando a otro lado a la espera de que la solución llegue de algún lugar remoto del mundo, en concreto de los inmigrantes de baja cualificación profesional o refugiados que se quieren rehabilitar no se sabe cómo -algunos han dicho que sirven para rellenar los pueblos que se nos quedan vacíos...-. Callan porque no se atreven a hablar de familias con la capacidad de reproducirse, ya que las otras "familias" se darían por aludidas y lo convertirían en una afrenta más a esa supuesta deuda histórica y a sus "derechos humanos". No se dan cuenta de que los inmigrantes de baja cualificación no vienen a España a resolver nuestro problema, sino a sacar adelante los suyos, y el día que ya no los tengan, volverán a su tierra de origen. Cosa que no pasará con los refugiados, que por mal que estén aquí, siempre estarán mejor que en su lugar de origen, sin producir y generando gasto que mantenemos entre todos. Y no, no es xenofobia, es sentido común.
La contrapartida de nuestra emigración es que nuestros universitarios y alumnos de formación profesional, se van fuera buscando mejores condiciones, que las encuentran y no vuelven porque en nuestro país no hay oportunidades, al menos de la clase que sí encuentran en otros países. Conclusión: se van nuestros productores y nos llegan personas necesitadas que no resuelven nada más que sus problemas, porque la gran revolución industrial de Felipe González dejó a España convertida en un país de servicios de camareros, playas de sombrilla y lujo para los poderosos alemanes, belgas, ingleses y rusos, nuevos ricos.
A pesar de esto, que ya es gordo, la demografía de carácter interno es peor, o más grave, porque a la falta de niños se suma el cómo se educan hoy. No hace falta ser un experto en educación ni un pedagogo reputado para ver que las dos últimas generaciones al menos, son quizá las más dependientes y menos evolutivas como personas de nuestra era contemporánea. Un empeño testarudo por mantener a los hijos en niños hasta la madurez, caprichosos, ingenuos y acostumbrados a no sorprenderse de nada. Vaya por delante que lo valoro de forma general y que por lo tanto la casuística personal no sirve para contrargumentar. Hay que decir que los niños son la consecuencia educativa de los padres, y ahí voy, porque los verdaderos responsables de que sean como son, es de ellos, los que consienten, los que no se atreven a decir no, los que contemplan la vida con las miopes gafas de lo políticamente correcto, los que se acomplejan por si miran de más o de menos a sus hijos, los que exigen tiránicamente a los demás lo que no nunca pedirían su hijo, los que creen que son amigos de sus hijos antes que ser padres, los que no se preparan para ser maestros de hombres del mañana y se dejan llevar acríticamente porque lo dice la tele... ¡No saben cuán equivocados están!
Las dos últimas generaciones al menos, son quizá las más dependientes y menos evolutivas como personas de nuestra era contemporánea
Esta fórmula educativa tan estándar llega con un defecto de fondo importante, pensar que tener hijos es un derecho humano, y no, son los hijos los que sí tienen derecho a tener un padre y una madre, y quiero especificar con contundencia lo de padre y madre. ¿Por qué ese "derecho", motiva que dé como resultado una mala educación? Porque los hijos se han convertido en un producto de consumo, que adquieres por vía normal cuando tú lo decides o te buscas el hijo por los nuevos derroteros antropológicos ideológicos, como son los vientres de alquiler o la fecundación in vitro. Una vez adquirido el producto, ya sea por la tenacidad de querer trascender en una criatura sea como sea, o por los altos niveles de financiación que ha supuesto -o ambas a la vez-, se convierte en una idolatrada criatura a la que además de cuidar hay que adorar como a un dios cercano que aporta la felicidad y la sensación de ser útil para la sociedad, aunque realmente solo se miren al ombligo.
Al tiempo, también hay padres convertidos en esclavos de sus hijos. A veces, a los hijos hay que decirles 'no'
Nos encontramos ante padres esclavos de sus hijos, que piensan que son amantes excepcionales de sus criaturas porque dan sin cesar lo que pidan. Les tiranizan con sus caprichos, los horarios o su compañía. Padres y madres, biológicos o no, que solo contemplan al mundo a través de la mirada de sus hijos sin saber que esa criatura debería haber sido la consecuencia del amor que se tienen entre ellos y no el producto de una depresión por no colmar sus deseos, un distanciamiento matrimonial o para dar un nuevo sentido a la vida.
Todo un proceso más del alejamiento del ser humano a la Providencia, sí, porque nuestros abuelos o nuestros padres no planificaban así su vida, vivían al día de su trabajo diario, sus capacidades y las circunstancias que el vivir les brindaba a su paso. Tampoco medían tanto las consecuencias de tener los hijos que llegaran, entre otras cosas, porque cada hijo era una buena oportunidad de futuro, aunque en el presente supusiera duro sacrificio. Y añadiré, que tampoco consistía en ser o no un hombre de religión, aunque sin duda eso ayudaba como lo sigue haciendo hoy, porque lo cierto era que existía una fe natural en la vida que les hacía mirar hacia arriba. La vida no estaba tan regalada ni científica ni tecnológicamente como hoy, que hace que nos crearnos un poco dios. Y ahora, que tenemos tanto adelantado, ¿de verdad pensamos que controlamos mejor nuestra vida o no somos más que una pieza al servicio de las ideologías neoliberales socialdemócratas? Quizá nos lo teníamos que hacer mirar...
Y ahora, que tenemos tanto adelantado, ¿de verdad pensamos que controlamos mejor nuestra vida o no somos más que una pieza al servicio de las ideologías neoliberales y socialdemócratas?
El No también ayuda a crecer (Esfera de los Libros) Mª Jesús Álvarez. Posiblemente uno de los libros más leídos entre aquellos que tienen hijos y necesitan saber por qué y cómo se dice 'no' a los hijos. Un libro que ayuda a salir de la cobardía a muchos padres y madres posiblemente acomplejados porque están poco con los hijos por causas laborales y cuando les toca, no pueden negarse. Malas conciencias, no tanto por lo que hacen o no hacen, sino porque les engañan maliciosamente. Siempre se está de tiempo a decir 'no' a algo que tú mismo no harías.
Educar no es domesticar (Sekotia) José Fernando Calderero. En el fondo es un ideario personal de este químico metido a profesor en sus últimos cuarenta años. Una dilatadísima experiencia en el trato con alumnos de todas las edades y sexos, con padres de familia de todo tipo y condición, le sitúan en posición más que válida para decir que la educación va más allá de simplemente enseñar técnicas o conocimientos. Que educar en sí mismo es una formación integral e integradora, nunca estanca, y que todos los que están cerca de un hijo de cualquier edad tienen la responsabilidad de aportar. Un libro impecable para todos los que están implicados en la docencia, es decir, profesores y padres.
Cómo educar con inteligencia (Rialp) Tony Little. El autor dirige Eton College, el famoso internado masculino inglés fundado en el siglo XV por Enrique VI de Inglaterra. Quizá sea una de las personas más progresistas e imaginativas del ámbito educativo británico. En este libro, dirigido a padres y profesores, busca modos de educar con más eficacia en este mundo cambiante. Un libro provocativo desde el punto vista de que nos pregunta cómo educar a los chicos en edad escolar, cómo fomentar la creatividad, la disciplina y la formación en la libertad de los hijos.
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