Lo contaba el Papa Francisco, en su reciente discurso de Nochebuena ante la Curia. Yo que usted no me perdería una sola palabra: "Nuestra primera conversión conlleva un cierto orden: el mal que hemos reconocido y tratado de extirpar de nuestra vida, efectivamente se aleja de nosotros; pero es ingenuo pensar que permanezca alejado por largo tiempo. En realidad, poco después se nos vuelve a presentar bajo una nueva apariencia. Si antes aparecía vulgar y violento, ahora en cambio se comporta de manera más elegante y educada. Entonces necesitamos reconocerlo y desenmascararlo una vez más. Permítanme la expresión: son los «demonios educados», entran con educación, sin que uno se dé cuenta. Sólo la práctica cotidiana del examen de conciencia puede hacer que nos demos cuenta. Por eso se ve la importancia del examen de conciencia, para vigilar la casa".
Francisco no ha hecho otra cosa que volver a la imagen evangélica de Cristo expresada en Lc 11,26: "va y trae otros siete espíritus peores que él, y todos entran y allí se quedan a vivir. ¡Y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero".
Se dirigía a la curia, pero supongo que sirve para todos, Lo que quería decir Francisco con su imagen de los demonios educados es que el segundo pecado del cristiano de nuestro tiempo se llama presunción. Y es un pecado peligroso.
Y es que, en situación de crisis profunda, como la actual, la presunción sobre la propia bondad no es peligrosa: es suicida. Cuidado con los demonios educados, no nos vayamos a creer santos.