El título del artículo es demasiado bueno para ser mío: lo he tomado prestado, como no, del filósofo francés Fabrice Hadjadj, hijo de inmigrantes judíos-tunecinos, ubicados en el cinturón rojo de París, en Nanterre, una de las cunas del Mayo Francés de 1968, que tantos problemas acarreó a mi generación, tan crédula de aquella gran milonga del prohibido prohibir...

El ateo comunista de su juventud es hoy un converso católico pero, sobre todo, uno de los escritores más originales -una vez que se convirtió decidió olvidarse de las novedades e ir al origen de las cosas- y uno de los filósofos sabedores de que lo brillante es resucitar lo antiguo y no adorar lo nuevo.

Pues que dice el ex tunecino y ex ateo, en sus ratos libres padre de ocho hijos, oiga, con la misma esposa, que lo que caracteriza al infierno, al de Satán y a la parte infernal de nuestro mundo, es la hiperactividad. Somos una sociedad de histéricos en perpetuo estado de insomnio. Hadjadj lo explica así: "Los demonios sufren insomnio. El infierno es hiperactivo. La electricidad ilumina las tinieblas como en pleno día, ahogando para siempre la esperanza del alba. Todo debe depender de su plan, de sus anticipaciones, de su voluntad solitaria y estéril. No hay otra realidad que la que se proyecta y se construye; entonces uno tiene miedo a quedarse dormido, porque sería el derrumbamiento del propio mundo".

Sinceramente, nunca he leído un mejor dictamen psiquiátrico sobre la sociedad actual y sobre el infierno eterno, tan parecido en su histeria. No me extraña que no puedan dormir.

Pasando de lo general a lo particular, a nuestra España. La paz de Cristo, lo más necesario para descansar en el sueño y para no histerizarse en la actividad cotidiana significa, en primer lugar, superar el resentimiento, nuestro defecto nacional y la impronta misma del Sanchismo. El rencoroso empieza con una agenda muy apretada, realmente agobiante, realmente innecesaria, y termina inventándose agravios ficticios por los que exige compensaciones reales. El español es un verdadero virtuoso del rencor.

Todo el Sanchismo no es otra cosa que la permanente sensación de un monumental agravio de... no se sabe quién, pero supongo que de los ricos, de los poderosos, de los cristianos, de quienes creen en algo y de quienes confían en alguien. Todos esos son enemigos del progresismo que representa Pedro Sánchez. Él no hace otra cosa que preocuparse por los pobres, que no se sabe exactamente quiénes son pero que sirve como concepto. Eso sí, desde el palacio de La Moncloa, que es un poder que Sánchez trata de aumentar cada día, aunque lo hace "en beneficio de los huérfanos y de los pobres de la capital".

Quizás por esto, el Sanchismo se acaba de inventar un nuevo delito de odio, la aporofobia, que significa, en pocas palabras, que si te opones a Sánchez es porque odias a los pobres, y él es el apóstol de los pobres. Además, si osas responder a Sánchez eres de un machista, un homófobo y, en general, reo de democracia. ¡Que no te pasa nada!

Sánchez es un hiperactivo: basta con echarle un vistazo a la agenda presidencial.

Pero Sánchez es una anécdota. Lo importante es que los demonios sufren de insomnio y el infierno es hiperactivo. Así que mucha paz o su vida se convertirá en un infierno. Y duerma y confíe en su padre Dios: cuando despierte, el mundo permanecerá donde lo dejó y usted se sentirá mejor. Ni usted se pierde nada durmiendo ni el sueño es tiempo perdido. Y la prueba definitiva es que los demonios son hiperactivos: agobiantes y aburridos.