Para dar cierto orden al caos en el que nos quieren sumergir, comenzaremos con nuestro repaso de dentro hacia fuera, es decir, de España hacia al mundo entero. Nuestro país acapara todas las portadas con oscuras novedades de las que Pedro Sánchez cosecha día a día, en una especie de "El Estado soy yo", frase atribuida a Luis XIV, apodado el Rey Sol, con el que se identificaba con el poder absoluto, es decir, el Estado. Estamos ante el primer caso de nuestra democracia en el que un presidente ha colonizado todas las instituciones que ejercían de contrapoder, colocando a sus aliados para proteger sus intereses políticos y personales. La corrupción anida en las filas de su gobierno y su partido. En el PSOE, por si alguien lo olvida, hay vínculos con la prostitución, la droga y el tráfico de influencias (caso Koldo), también el abuso de poder a través de leyes injustas con intenciones personalistas y perpetuarse en el poder (amnistía y fiscalidad catalana), o el juego de las maletas misteriosas, que iban y venían en la nocturnidad del aeropuerto, que abrió el caso de Delcy Rodríguez, la segunda de Maduro, que ahora, por lo visto dice que su intención era reunirse con Rodríguez Zapatero, recibir una visita médica y hacer compras por el barrio de Salamanca. Un año y diez meses después de los autos, ¿para contar esto? Bueno, el caso es que el juez ha archivado la investigación. ¡Es de risa! Tan de morirse de la risa como la anulación de los delitos de Griñán y Chávez en el caso ERE, el mayor latrocinio de la historia de la democracia, solo superado por el desmantelamiento del Banco de España durante la Guerra Civil, también a manos del PSOE.
Pedro Sánchez no ha declarado como testigo, ya que se acogió a su derecho de no hacerlo ante el juez Juan Carlos Peinado. Y para rematar, el cuerpo de abogados del Estado ha presentado una querella del presidente contra el mismo juez, por prevaricación. Ya saben, bulos y fango. Como dice Rosa Díez en su perfil de X: «La Abogacía del Presidente, la Fiscalía del Presidente, el TC del Presidente… Cuando desaparece la separación de poderes y la voluntad del gobernante es ley, se quebranta la igualdad y se persigue la libertad (de prensa, de opinión, de cátedra) muere el Estado de derecho».
La realidad oculta no era la cacareada diversidad, sino ideologizar a la sociedad mundial con un espectáculo que esperaba todo el mundo mundial, con el que mostrar el catálogo más variado de perturbaciones y depravaciones, normalizándolas desde la cima de la representación deportiva máxima: las olimpiadas
Fuera de España, está la infame presentación de los Juegos Olímpicos, con una puesta en escena variada cuyo objetivo era demostrar la diversidad a la que quieren llevarnos. Una variedad donde queda marginado todo aquello que no está entre sus parámetros ideológicos como las familias naturales, la Iglesia y los creyentes, el arte y todo aquello que dio sentido al nacimiento de Francia. Pero la realidad oculta no era la cacareada diversidad, sino ideologizar a la sociedad mundial con un espectáculo que esperaba todo el mundo mundial, con el que mostrar el catálogo más variado de perturbaciones y depravaciones, normalizándolas desde la cima de la representación deportiva máxima: las olimpiadas. Además de los insultos a los creyentes cristianos, especialmente católicos, a los que luego han pretendido regatear diciendo que se traba la obra de “Los dioses del Olimpo” -que nada tiene que ver con la coreografía que escenificaba lo que querían escenificar-, había una abundante simbología masónica y guiños a la pederastia, en la que a pesar de las luces, bailes y 4.000.000.000 de euros de presupuesto el resultado era no aludía a la belleza, si no a la perversidad de actos de mal gusto, éticos, estéticos e ideológicos. Se buscaba de todo menos centrarse en el deporte, que se limitó a embarcar y a pasear a las selecciones de cada país por el Sena, despidiéndose con la mano. Y efectivamente, con París 2024 el deporte se despide de la normalidad y entra en el Matrix enfermizo de la podredumbre ideológica que quiere dominar al ser humano.
En ultramar, nos encontramos con el no menos infame Nicolás Maduro, un dictador que no hace más que seguir llenado de detritus morales el pedestal que lo encumbra al dudoso título de presidente de Venezuela. Lo que llama la atención es que nuestros representantes en el Gobierno español no den un golpe de mano por cómo Maduro ha robado las elecciones, sumiendo de nuevo a los venezolanos en más años de atropello, hambre y miseria. De Zapatero y Monedero no diré más que son cómplices de la traición de este sujeto. Una dictadura que envidia la izquierda caviar española, que les está costando alcanzar, aunque casi todos ellos, se consuelan con los sueldos desproporcionados respecto a su preparación profesional, calidad de su trabajo y el tiempo de dedicación.
Lo que llama la atención es que nuestros representantes en el Gobierno español no den un golpe de mano por cómo Maduro ha robado las elecciones, sumiendo de nuevo a los venezolanos en más años de atropello, hambre y miseria
La realidad es que toda la actualidad política y social que nos roba la paz y el futuro llega de manos de las políticas progresistas, es decir, para entendernos, de lo que denominamos más precisamente izquierda sociológica. No es un relato, son datos que no tenemos más que mirar y observar para ver quién está al frente. Pero, aun siendo un auténtico disparate lo que sucede, y ya muchos han abierto los ojos, todavía existe una gran cantidad de personas que repetirán en las urnas porque son incapaces de darse cuenta de que les están robando la libertad, desayunando todos los días el relato de "que llega la ultraderecha".
Venezuela Crónicas (Planeta cómic), de Ángel Sastre. Muere Chávez en 2013. Nicolás Maduro tomó el cargo y el país vio agravada su inestabilidad socioeconómica en un vertiginoso declive. Las elecciones de 2015 favorecieron a la oposición, pero Maduro persistió en el puesto. El pueblo inició movilizaciones y protestas civiles. La respuesta de Maduro fue profundamente violenta. En 2024 la situación se está recrudeciendo.
Historias insólitas de los Juegos Olímpicos (Alltamarea), de Luciano Wernicke. Los Juegos Olímpicos son el acontecimiento deportivo por excelencia. Desde su resurrección a finales del siglo XIX, de la mano del barón francés Pierre de Coubertin, las Olimpiadas ofrecen cada cuatro años una catarata de emociones y hazañas que a veces se convierten en mito. Después de lo que París ha ofrecido al mundo, se hace necesario la lectura de este libro para volver a la realidad olímpica.
La izquierda traicionada (Atalaya), de Guillermo del Valle. Aunque no soy conforme del todo con la defensa de una izquierda de “valores”, este libro es ante todo una crítica a la izquierda desde la propia izquierda. Un ensayo que señala las contradicciones persistentes en las que caen los partidos progresistas españoles y que, con argumentos sólidos, aboga por nuevos planteamientos que devuelvan a la socialdemocracia hacia la senda de la libertad y de la igualdad.