Es de Perogrullo lo que voy a decir pero me gusta decirlo alto y claro: todos tenemos una madre, la que nos ha dado la vida. Una vida que nos ha colocado en un sitio con más o menos gracia, más o menos fortuna, más o menos provecho… Pero siempre con la entrega de una mujer, nuestra madre, que no se paga nada más que con la vida propia. Hay quienes arremeten contra este Día de la madre porque el mercado, algunas marcas comerciales y muchas cadenas de grandes superficies hacen su agosto a costa de una fecha que debería estar dedicarla al amor y no a hacer dinero. Es verdad… ¡pero no! Sobre todo "no" porque ese argumento es tan vago que vale para todo porque todo es perfectamente comercializable. Por ejemplo...: la política (que se lo digan a las televisiones y sus corrillos de tertulianos), el deporte (multimillonario negocio), la muerte (hablen con las funerarias y verán...), la vida íntima de las personas (vergonzantes programas televisivos) o la indignidad de otras (permitiendo que sean espiados por la sociedad como auténticos voyeurs). Por eso, frente a la manipulación de la razón, la dignidad o la vida sana, qué menos hacerlo por algo que todos podemos celebrar -y debemos- para elogiar a nuestra madre, cada uno la suya, o de las madres que de alguna forma son también cosa nuestra como nuestras hermanas-madres, nuestras hijas-madres y nuestra esposa-madre. Si bien es cierto que "madre no hay más que una", ser madre hoy día es más que nunca un honor para la humanidad, porque nunca ha sido misión más valiente, más dispuesta y más real desde el punto de vista de que se es y se puede ser madre a voluntad. Por eso desde aquí quiero dar un beso a todas las mujeres que afrontan la maternidad de un hijo enfermo sobre todo cuando tantas voces desde la sociedad, la política, las asociaciones feministas radicales y los negocios del aborto la gritan y tachan de "tontas", "insensibles" o "coaccionadas" para que se echen a atrás, para que no se conviertan en incómodas madres-conciencia. ¡Enhorabuena a todas esas madres que asumen y han asumido la vida de un hijo como sea y cuando llegue! Os envío mil besos de hijo. Sois la madre que muestra el arrojo y la valentía que todo hijo quisiera tener. Quiero celebrar este día con dos recomendaciones que considero muy interesantes y que colocan a nuestras madres en el lugar que se merecen, siempre muy arriba: Los 10 hábitos de las madres felices (edit. Palabra). Meg Meeker es americana, pediatra, asesora y madre de familia que ha vendido de este título miles de ejemplares en todo el mundo, porque este libro presenta la antítesis que la sociedad exige: perfección, perfección y perfección. Pues bien, Los 10 hábitos de las madres felices dice: ¡abajo las madres perfectas! Meg defiende el derecho a la imperfección de las madres. Niega la obligatoriedad de que la madre debe ser perfecta en su tiempo dedicado, en sus recetas, en la atención 100% a los hijos y a los maridos (que casi siempre resulta ser otro tipo de hijo), exige que las curvas de la imperfección de una mujer que pierde sus líneas rectas después de un haber sido gestora de un hijo, o más, sean respetadas, queridas y admiradas. Y pide al mundo un espacio para ella, para sus gustos y sobre todo para el afecto que le corresponde y el respeto desde el Estado por el simple hecho de haber sido madre. Aprendí de ella (edit. Sekotia) de Remedios Falaguera. Pues miren ustedes que es curioso este libro. Desde su concepción está lleno de ternura. Es un emotivo homenaje a un tipo de madre que en muchas ocasiones queda olvidada al ostracismo social: las madres de los sacerdotes. En efecto, la breve pero intensa obra de Falaguera hace hincapié en esas mujeres que supieron callar tantas veces, reconducir, aconsejar, velar y rezar por la vocación de un hijo que en ocasiones no siempre es tan férrea como pudiera parecer desde fuera. Su madre, su compañera fiel, la que le cuidó, le dio de comer y acompañó en tantas tardes de soledad. Una madre en definitiva que no siempre se le ha hecho justicia ni tenida en cuenta. El libro está lleno de citas de santos, de Papas y de madres de sacerdotes que cuentan en primera persona lo que su esfuerzo, su tiempo o su oración ha significado para que sus hijos hayan llegado a los altares o haber perseverado en momentos flacos, porque todos los tenemos. Un libro muy recomendable sin duda, porque como dijo San Pío X: "¡Cada vocación sacerdotal proviene del corazón de Dios, pero pasa por el corazón de una madre!". No sé por qué pero sospecho que pocos clérigos se debieran quedar sin mostrar a su madre un afecto en forma de libro. Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013
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Día de la madre
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