Como todo periódico, Hispanidad tiene sus insultones. Uno en concreto, nos llama cada dos por tres o nos envía correos insultantes, donde el apelativo más suave es el de "genocida".
Ahora nos ha surgido otro, tras nuestros artículos sobre la florida toma de posesión de Claudia Sheimbaun, adoradora de los espíritus, como presidente de México. Este nos amenaza con una querella, ojo al dato, por faltarle al respeto a otra religión. Es decir, por faltarle al respeto a una religión, nada menos que a la religión azteca quienes consideran que los sacrificios de enemigos vivos, por ejemplo, arrancándoles de cuajo el corazón -sacrificios humanos y canibalismo-, eran la clave de las religiones americanas hasta que fueron prohibidas por los españoles.
Y ahora resulta que Hernán Cortés era el malo y los ancestros de López Obrador y de doña Claudia eran los buenos.
En este Día de la Hispanidad, España, que llevó la fe a aquella tierra y por tanto acabó con el salvajismo reinante en la misma, tiene la obligación de realizar una nueva era de evangelización. Evangelizar América es acabar con el determinismo, de Gaia, la diosa tierra, la Pachamama. Es decir, es terminar con la esclavitud indígena.
Cuando uno vive pendiente del planeta, cuando se siente una parte de la materia y no un espíritu creado libre por Dios, la lógica lleva a la desesperación.
Por eso, no me gustan ni tan siquiera las más pacíficas reacciones ante la chulería mexicana de exigir que España pida perdón por la conquista, porque se puede ceder ante todo menos ante la verdad: España no tiene nada por lo que pedir perdón y México, y toda Hispanoamérica, tienen mucho que agradecer a España.
Pero lo más importante es que, o Hispanoamérica vuelve a Cristo o, seguirá siendo un apéndice del calvinista mundo anglosajón. Y la marca de Calvino y del protestantismo europeo ya saben cuál es: el fatalismo y la amargura.
Libremos a América de la esclavitud de la Pachamama.