Conmemoramos -miércoles 20- el Día Mundial de la Infancia. Una jornada en la que Unicef nos alerta sobre los peligros que acechan a los niños en todo el planeta, entre ellos, la crisis climática. Según la ONG con sede en Nueva York, en la década 2050-2059, “se espera que las crisis climáticas y ambientales se extiendan aún más, con ocho veces más niños expuestos a olas de calor extremas, tres veces más expuestos a inundaciones fluviales extremas y casi el doble expuestos a incendios forestales extremos, en comparación con la década de 2000”, señala en un comunicado remitido este mércoles.
Todo muy extremo y muy catastrofista, pero no vamos a entrar en el asunto climático. Lo que interesa ahora es la hipocresía de Unicef. Por un lado, trabaja para mejorar la vida de los niños y, por otro, promociona el aborto, es decir, el asesinato de los niños antes de que nazcan. Unicef apoya y promueve la Agenda 2030 de la ONU, incluidos los objetivos 3 (salud y bienestar) y 5 (igualdad de género) que promocionan el acceso universal a la salud sexual y reproductiva, es decir, al aborto.
¿Se puede defender a la infancia y, al mismo tiempo, promover la matanza del aborto que en 2023, sólo en España, acabó con la vida de más de 103.000 niños? No.