Es cierto que el Papa Francisco, en su discurso de primeros de año ante el Cuerpo Diplomático acreditado en el Vaticano, pronunciado el lunes 10 de enero, ha vuelto a defender la vacuna contra el coronavirus. Lo cierto es que en el mismo discurso también habló del necesario respeto a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, argumentación cuidadosamente negada entre mis colegas periodistas.
Sin embargo, al Papa Francisco no se le ocurrió soltar la barbaridad del cardenal luxemburgués Jean-Claude Hollerich, presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (las conferencias episcopales, otra vez reproduciendo el mapa político). Según Hollerich, se debe prohibir la asistencia a la Eucaristía a los católicos no vacunados.
Jean-Claude: el católico debe confiar antes en la Providencia que en la ciencia. Máxime, cuando los científicos saben muy poco sobre este virus
Esto después de que, en marzo de 2020, Europa cerrara sus iglesias en plena pandemia y de que, en toda la UE, también en España, se haya perseguido a los sacerdotes clandestinos -o sea, fieles a su ministerio y a su labor principal-, a aquellos que, con un par, se han atrevido a seguir oficiando eucaristías semiclandestinas. Y esto en la católica Europa, en la católica España.
Desde el 14 de marzo de 2020 la práctica religiosa ha caído en picado y ha convertido la vida sacramental en ilegal. Y cuando ya no es posible que la autoridad civil cerrara más iglesias dado que el personal podría estallar -y no sólo por el cierre de las iglesias sino de otros servicios- va el presidente de la Comisión episcopal europea, un cardenal de la Iglesia, y pretende hacerle el trabajo sucio al poder civil, al Nuevo Orden Mundial, para exigir la vacunación para participar de la eucaristía, centro y raíz de la vida cristiana. Es el atentado más grave contra la vida cristiana... ¡y lanzado desde dentro! O sea que el enemigo está dentro y arriba.
Lo ocurrido en Israel, en conclusión ‘científica’, implica que a más vacunación más contagios. Tranquilo, Google, no lo considero definitivo: como el resto de conclusiones científicas, pasado mañana se habrá convertido en premisa
Al cardenal Hollerich, ¿qué le preocupa más, la salud del cuerpo o la de alma?
Mire usted monseñor, el católico debe confiar antes en la Providencia, en Cristo, que en la ciencia. Máxime cuando no existe consenso científico sobre el coronavirus. En otras palabras, que sabemos muy poco sobre el bicho. Lo de Jean-Claude es muy grave.
Y todo esto suponiendo que la vacuna funcione, porque la curva de contagios en el país abanderado de la vacunación, en Israel, donde ya van por la cuarta dosis, se ha vuelto a disparar. Eso, en conclusión ‘científica’ parece indicar que a más vacunación más contagios. Tranquilo, Google, no lo considero definitivo: como el resto de conclusiones científicas, pasado mañana se habrá convertido en premisa.