Religión en libertad extrae una entrevista de National Catholic Register, con el cardenal Gerhard Müller, al que en medios eclesiásticos califican como el único obispo sensato que queda en Alemania (una falacia calumniosa: por lo menos quedan otros dos o tres más). El que fuera prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la fe, ha dicho lo que muchos piensan: que cerrar las iglesias o negarle los sacramentos a los fieles por causa del Covid, no he dicho por miedo, es un pecado grave, tanto por parte de obispos como de sacerdotes.
Y ya puestos, don Gerardo ha soltado algo más: algunos obispos "se ofrecen como cortesanos a los gobernantes de este mundo y se hacen sus propagandistas".
No sólo eso: con ello apoyan a algunos políticos, a medios de comunicación y a las grandes empresas vinculadas con tecnología y redes sociales, a las que Müller acusa de estar "explotando sin piedad” el Covid-19 para promover el “pensamiento totalitario”. Yo pienso lo mismo.
En cualquier caso, Müller habla, no de la violación de la liberad religiosa por parte del poder civil, sino de la connivencia de la autoridad eclesiástica en el cierre de iglesias y en la no administración de sacramentos, aún más grave esto que aquello. Y también acusa a estos clérigos de ofrecerse "como cortesanos a los gobernantes de este mundo... Con ello están apoyando a algunos políticos, a medios de comunicación y a las grandes empresas vinculadas con tecnología y redes sociales, las cuales “están explotado sin piedad” el Covid-19 para promover el “pensamiento totalitario”.
Pues me temo que esto es lo que han sentido mucho católicos, sobre todo a partir del 14 de marzo de 2020, cuando nos recluyeron en casa y Pedro Sánchez transformó nuestro hogar en una prisión. El cristianismo ha vuelto a ser atacado pero, en este caso, con la connivencia, por indolencia o por ignorancia, de buena parte de la jerarquía.
Ojo, y la marea no ha concluido, porque la desacralización de los sacramentos ha creado hábito en buena parte de la grey. Ejemplo, la práctica supresión de la comunión en la boca.
La ciencia y la prudencia: pasaporte Covid y pasaporte ario
En el entretanto, prosigue el lavado de cerebro: ahora hay que vacunar a los niños de entre 5 y 11 años-. Esta enfermedad ha provocado muchos sofismas: los niños son los más infectados, por tanto deben vacunarse. No sé si son los más infectados pero no son los más afectados. Han muerto poquísimos niños por coronavirus. ¿Y si nos contagian a nosotros, los adultos? Claro pero eso sólo demuestra que los vacunados también contagian.
En el Covid, todo parece pensado para negar la inmunización natural... o para no responder por qué puñetas este virus se muestra tan remiso a esa inmunización natural, la de nuestro propio cuerpo, con nuestro propio sistema inmunitario... que es el que siempre ha detenido a los virus.
Un detalle significativo: la protesta de los sanitarios belgas contra la vacunación obligatoria. Significativo porque echa por tierra uno de los argumentos del pensamiento oficial: la ignorancia de los negacionistas. Son sanitarios, ergo no se puede alegar ignorancia. Estos sí saben de lo que hablan y tampoco les gusta la vacunación obligatoria.
"La ciencia y la prudencia", asegura la nueva caradura nacional, es decir, la ministra portavoz del Gobierno, doña Isabel Rodríguez, cuya dialéctica nos lleva a este montaje que circula por las redes: pasaporte covid de ayer y pasaporte ario de hoy. Parecen dos caras de la misma moneda. En eso estamos, ni más ni menos. Aquí hay poca ciencia, ninguna prudencia y mucho, mucho miedo, ese estado anímico donde cala cualquier sofisma. Por burdo que sea. "Explotando" el Covid, "sin piedad".