Real Decreto para quitarnos las mascarillas. Lo ha aprobado hoy, martes 18, el Consejo de Ministros y entra en vigor mañana miércoles. Ya nos podemos quitar la mascarilla: qué buenas son las madres ursulinas, qué buenas son que nos llevan de excursión. Sobre todo, sor Carolina 'ursulina' Darias, que nos permite quitarnos el bozal.
La ministra de Sanidad está que se sale: "39 millones de españoles vacunados, 24 con dosis de refuerzo". Según ella, esto es lo que ha vencido a la pandemia. Del sistema inmunitario de cada cual ni mención pero, eso sí, resulta que ahora el riesgo es bajo y la gravedad de la enfermedad se ha reducido... "como consecuencia de las vacunas". Pera entendernos, gracias al Gobierno.
Supuesto y no admitido que las vacunas hayan sido la clave, es lógico que el Gobierno Sánchez, siempre adepto a la autoalabanza, asegure que ha triunfado con la vacuna que no con el confinamiento, del que prefieren no hablar. Porque con uno de los confinamientos más duros y coactivos del mundo, fuimos el campeón de Europa en muertos por habitante.
La frase del día: las pandemias vuelven totalitarios a los gobiernos.
Pero vamos con la noticia del día. Darias anuncia que ya nos podemos quitar las mascarillas en interiores. Obligatorio seguirá siendo en los centros sanitarios, residencias de ancianos y transporte público. En los andenes del metro o del tren no será necesario.
En los colegios, menos mal, en ningún caso. A los niños les dejan en paz. No se puede obligar.
En las empresas, lo que digan los servicios de prevención... que dirán lo que diga la Dirección, naturalmente.
Y una amenaza velada: "la mascarilla seguirá entre nosotros".
Al tiempo, una jueza norteamericana prohíbe al Gobierno USA que exija el uso obligatorio de las bozales en los aviones. Es lo que ocurre con la justicia, que siempre, hasta cuando es justa, conlleva el mismo reproche: A buenas horas, mangas verdes.
Pero lo peor de todo, lo verdaderamente insufrible, es la soberbia de un Ejecutivo que ha sido un desastre ante el virus y que, encima, lo vende como un éxito. Todo lo hemos hecho, asegura Darias, "de la mano de la ciencia y de los expertos" Hay que tener caradura: lo dice la titular de Sanidad de un Gobierno que se inventó un inexistente Comité de expertos y que cada una de sus manías cambiantes las calificaba como evidencia científica. Un Gobierno que propició durante la primera oleada, la más letal, el mayor número de muertos de cualquier otro país occidental comparable en tamaño y población.
Y un Gobierno, además, que como asegura Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura y autor de una novela sobre la peste bubónica, en todas las pandemias pasa lo mismo: "los gobiernos se vuelven totalitarios".