El virus se muere pero la tiranía sanitaria creada por quienes han utilizado el virus en su favor... esa permanece.
En España, el caradura de Pedro Sánchez no sólo afirma que su gran labor contra el Covid, salvó 450.000 vidas, cuando España triplica la media de mortalidad del planeta y fue el país de Europa con más fallecidos. No, ahora, mientras otros países liberan del bozal a sus ciudadanos, aquí no, aquí, don Pedro asegura que hay que escuchar a los expertos.
Pero en todos los países se ha producido un sometimiento de la población a las ordenes de la superioridad, una sumisión producto del miedo, que ha creado hábito.
Hábito y pensamiento; observen esta genialidad gráfica que corre por Internet. En efecto, la Covid ha impuesto la libertad dentro de un orden... del orden que marque el poder.
El Covid también ha roto la Iglesia, con una jerarquía episcopal que cedió e inclusó a veces, como en España, llago más allá que la propias autoridades, con el cierre de templos y, lo más grave, gravísimo, la supresión de Eucaristía.
Pues bien, ahora vivimos la resaca: lean la durísima carta del arzobispo emérito argentino Héctor Aguier sobre el cese de un obispo de Puerto Rico, el titular de Arecibo, monseñor Fernández Torres, por defender la objeción de conciencia a la vacuna.
No, el virus desaparece, sus consecuencias no… y aún no sabemos sus causas.