La ministra de Sanidad del Reino de España, Carolina Darias, supone una guía de extraordinaria valía para tiempos de Covid: en cuanto aconseja algo, basta con adoptar la postura opuesta para que todo vaya como la seda. Ejemplo: la ministra Darias nos lleva torrando, desde hace meses, con la imprescindible "cultura del cuidado" que, a pesar de tan finísimo nombre, no es otra cosa que un conjunto interminable de reglas que nadie en su sano juicio puede cumplir y que en la medida en que pueden seguirse suponen un incordio de pies a cabeza. 

Ya saben: que no nos movamos mucho, que no viajemos, que andemos con bozal que no respiremos, las 3 emes que acabaron siendo seis... Al final, la pequeña Carolina ha forjado un país de hipocondriacos que en cuanto le pica el pie asegura estar infectado de coronavirus. 

Conclusión: las bajas laborales se multiplican y el coste para empresa y erario público es demoledor. Ahora ya estamos en las bajas laborales por teléfono y en productividad a la baja pero eso no resulta importante con los socio-podemitas. El concepto de productividad es de fascistas. ¡Grandes sos, Carolina!

Cada día resulta más difícil saber si la verdad oficial es conspiración o si la conspiración es verdad oculta

Más cachondeo: si criticas lo más mínimo a las vacunas eres un negacionista pero en Australia, el reino de los aprehensivos ya se plantean indemnizar a aquellos en los que vacunas hayan producido efectos secundarios. Pero si las vacunas eran perfectas.

En cualquier caso, tiene razón el amigo Aaron Rodgers: si la ciencia no puede ser cuestionada es que no estamos ante la ciencia sino ante la propaganda.

Y claro, la gente se lo empieza a tomar todo a pitorreo. Fernando Simón, marginado ahora, parece haciendo un test nasal, mientras otra evidencia científica pretende prohibirnos conducir, porque el chófer se toca mucho las narices y se infecta, seguro.

Y otra buenísima, pues lo principal es que el pánico y la histeria generalizados no disminuya: en Marsella han encontrado una nueva variante, procedente de Camerún aquí es todo muy exótico, con un montón de mutaciones. Al parecer, está lista para la undécima ola.

Sí, la gente se lo toma a broma pero la ironía siempre tiene una base real; por ejemplo, que el virus vino de China y que los 'tragacionistas' llaman conspiraonico a quien no tiene el mismo pánico que ellos.

Aconsejo mucho pitorreo: a fin de cuentas, de algo hay que morir. Y es mejor morir de Covid que de pánico

Y es que cada día resulta más difícil saber si la verdad oficial es conspiración o si la conspiración es verdad oculta. Con pandemia se empieza a hacer realidad el chiste del hombre que circula por la autopista A-1 y escucha en la radio el siguiente mensaje: 

-Mucho cuidado, hay un loco que circula en dirección contraria por la autopista A-1.

A lo que el oyente responde:

-¿Uno? ¡Todos, todos!

Un consejo: tómese el Covid a cachondeo. A fin de cuentas, de algo hay que morir. Y es mejor morir de Covid que de pánico.