Se están cachondeando del pobre Fernando Simón porque se cumplen los dos años del primer caso de Covid diagnosticado en España y fue entonces cuando soltó aquello de "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado".
El pecado de Fernando Simón no ha sido de ignorancia sino de soberbia. De ignorancia podría perdonársele porque a esta alturas ni sus jefes ni sus colegas ni nadie saben nada del Covid, o muy poquito ni saben nada -o muy poco- sobre los remedios.
Simón pecó cuando dictaminó sobre lo que no entendía... que es lo que ahora mismo sigue haciendo, por ejemplo, Carolina Darias, que le apartó del proscenio y le escondió entre camerinos. Que los que ahora mismo, hacen los grandes laboratorios farmacéuticos, empezando por Pfizer, que se está forrando a costa de utilizar a toda la humanidad como conejillo de indias de una vacuna cuyas consecuencias desconocen pero que han aprovechado del miedo inoculado para dividir a la sociedad entre tragacionistas y negacionistas -mucho más responsables los segundos que los primeros.
Avanza la primera vacuna española. ¿Y qué?
La ignorancia es atrevida y un poco soberbia. El aparato mediático oficial ya está vendiendo la primera vacuna española, de Hipra, cuando aún no sabemos si las vacunas existentes han merecido la pena o no. Por cierto, ¿son vacunas o son tratamientos? ¿Sabemos algo de las consecuencias de las vacunas?
A lo mejor sí. Estadísticamente uno diría que las vacunas Pfizer o Moderna han actuado como atenuantes del virus, pero una vacuna no es un atenuante, es un inmunizador... o no es nada.
Y lo único científico es lo que rebela la viñeta: todos amargándonos la vida a nosotros mismos y a los demás.