La administración española ha dado orden de gripalizar el Covid. Menos test, menos confinamientos y, en resumen, tratar el virus como lo que es, una enfermedad que puede ser grave, pero que no tiene por qué serlo. Como la gripe. De inmediato, los expertos han recordado que el virus "sigue ahí" y que podemos estar cometiendo un gravísimo error si lo minusvaloramos. Aún así, nuestras autoridades sanitarias se preparan para... gripalizar el Covid. ¿Y cuál es la razón de tamaña responsabilidad? Pues muy sencillo, que la gente no aguanta más y los servicios de propaganda-científica, por supuesto, de Moncloa ya tienen bastantes problemas con los camioneros como para que crezca el descontento. No es que la gente no quiera obedecer, es que ya ni sabe a qué tiene que obedecer. Sólo hay una fuerza que puede superar al temor: el agotamiento. 

Me llega la información de que la Santa Sede, en concreto la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, podría decretar el cierre del convento benedictino de Santa Catalina, en Perugia. Al parecer, porque las monjas no quieren vacunarse. Recuerden que ha sido cesado un obispo en Puerto Rico por manifestar que la vacunación no podía ser obligatoria para un cristiano. Si se confirma el cierre del monasterio, mucho me temo que tendremos que abrir un "periodo de reflexión". Parece claro que la jerarquía católica española no dio la talla durante el Covid, pero al parecer no es un problema estrictamente español.