Lo peor es que ya no tienen oposición. El coronavirus se ha convertido en un lavado de cerebro global. Lo que no habríamos aceptado ni de broma, lo aceptamos ahora de buena gana y pasamos de ciudadanos obedientes a fiscales del vecino.
Es un especie de lavado de cerebro global, superior en intensidad al del cambio climático y ambos tienen en común que nos han metido el miedo en el cuerpo. Ejemplo: estudios científicos avalan la petición de la OMS -enseguida se convertirá en orden- de que los vacunados no se quiten la mascarilla.
¿Alguien duda de que esto es una persecución?: la OMS exige mascarilla también a los vacunados
E insisto: no existen los negacionistas, ni del virus ni del cambio climático: hay que ser muy tonto para negar que existe el virus o negar que existe el cambio climático, pero, como aseguraba Juan Manuel de Prada yo no soy negacionista pero tampoco gilipollas.
A ese lavado global se une la indolencia nacional. Las paradas de taxis están llenas, cuando casi siempre estaban vacías antes del virus. El transporte público a medio gas, el teletrabajo imperando, aunque su virtualidad aún está por ver, las empresas paralizan sus proyectos y, lo que es peor, el Gobierno Sánchez los acelera.
Porque ya saben: para vivir así, prefiero el virus.
Por cierto, Francina Armengol, presidenta socialista de Baleares -cara moderada, alma radical-, presa de la histeria, decidió encerrar en un hotel a los jovencitos que se fueron a montar -una muy guapa-. El juez le ha ridiculizado, no porque no haya riesgo en la cercanía sino porque sabemos eso del virus… y poco más. Y, una vez más, las redes han hablado...
Un consejo: no exagerar.