Suban o bajen los contagios, el Gobierno se ha dado cuenta de que no puede superar cierto nivel de presión porque la gente podría estallar.
Así que la inefable ministra de Sanidad, Carolina Darias, se prepara para ir retirando cadenas, en forma de test, confinamientos, cuarentenas e incluso aconsejando a alguna comunidad autónoma, especialmente majadera (se me ocurren varios presidentes regionales).
Pero todavía se reserva el Ejecutivo, que tanto nos quiere, el ultimo cerrojo: sí, el bozal.
Y es que la mascarilla ha calado entre la población española hasta tal punto que muchos prefieren llevarla también en exteriores, en lugar de respirar aire puro.
Y mientras ese lamentable espíritu de servidumbre permanezca, mucho me temo que España se encuentra a merced del miedo y de un Gobierno al que le encanta inmiscuirse en la vida privada de las personas.