El cretinismo cientificista se deja ver en lo que se conoce en filosofía como reduccionismo ontológico. O sea, asegurar que todo aquello que no pueda demostrarse en un tubo de ensayo o no es verdad o sencillamente no existe.
La ciencia siempre ha considerado que su campo de actuación se mueve en lo que se puede ver, pesar y contar. Es más, una parte, no digo todos, de los científicos se han hecho cristianos al comprobar que existe algo, más bien mucho, más allá de lo que se ve. La física cuántica, el cálculo infinitesimal o la biología molecular, la neurogénesis la virología o la fusión nuclear han provocado muchas conversiones: existe mucho más de lo que se ve a simple vista, ergo...
Y esta historia tiene ya varios siglos de historia pero ha terminado con la nueva explosión cientificista de los reconocidos científicos Pedro Sánchez, Salvador Illa y Carolina Darias, que se guían por la evidencia científica y vuelven a la reduccionismo ontológico. Bueno, no saben lo que es, pero están en ello. Es decir, rompen con la limitación anexa al conocimiento científico -circunscrito a la materia, siempre engañosa, siempre en movimiento, siempre voluble- de la ciencia, base de la humildad debida a todo científico, y aseguran que todas las medidas que toman sobre un virus del que no tienen ni idea (desconocen hasta su origen) se basan en... evidencias científicas. Así nos va.
El cretinismo de la evidencia científica, una contradicción en su propios términos, y la humildad de las nuevas especialidades de hombres de ciencia -por ejemplo, la sustitución de virólogos por epidemiólogos a la hora de plasmar en público las 'evidencias científicas'- tiene mucho que ver con la jaleo mental que la lucha contra el Covid ha creado en la mayoría, no de los españoles, sino del conjunto de los seres humanos que pueblan el planeta tierra.
Un poco más de humildad y un poquito más de libertad no nos vendrían mal.
Y hablando de ciencia, vean el último desarrollo en materia de Covid, la fotodesinfección nasal: