Se lo advierto: nunca habría leído Diez mujeres de cine. No soy muy aficionado al cine y, encima, la manía actual de encabezar cualquier tipo de mensaje con la palabra ‘mujer’ empieza a sacarme de quicio: ¡Qué peñazo! ¡Como si en el mundo no existiera otra cosa que mujeres, cuando, además, la principal virtud de la feminidad es la discreción y su peor defecto el exhibicionismo!
Además, como Clive Lewis, a mí me van los libros-ladrillo, no los que, como este, apenas superan las 80 páginas y que se venden por ocho euros. Pero resulta que los autores son el matrimonio formado por Alfonso Basallo y Teresa Díez, padres de una muy numerosa familia y autores de Pijama para Dos, Manzana para dos o la ‘exclusiva histórica’ titulada El Desastre de Annual, vital para entender la más que actual relación entre España y Marruecos, con Pedro Sánchez y Mohamed VI como protagonistas... que tiene mucha enjundia.
Además es la anterior garantía de autoría, y tal y como aseguraba el cuentista Giovanni Guareschi, en seis páginas se puede decir lo que no dicen muchos libros de 600. Y por ahí viene la cosa de Diez mujeres de cine.
Quiero decir que, una vez más, Basallo y Díez me han asombrado como autores de una pequeña joya donde, a través de diez películas famosas, nos explican la vida de esa pareja formada por mujer y hombre que... algo debe tener para dar tanto que hablar.
Vamos con el libro: se lee en una hora y se saborea por muchos días. Ahí van sólo unos retazos, porque Diez mujeres de cine merece una lectura disfrutona.
En primer lugar, con los autores de Pijama para dos vuelve el hombre, aquella coña que se inventaron con Francisco Álvarez-Cascos. En momentos de meliflua androginia como el actual, en medio del disparate trans, y a través del cine el libro reivindica la realidad. Ya saben: resulta que nacimos hombre o mujer. Es más: nos nacieron. Nadie nos pidió permiso ni para nacer, ni para elegir sexo, ni para ser altos o bajos, guapos o feos, listos o tontos. Nadie nos pidió permiso para nacer ni para nacer con una determinada naturaleza y unas determinadas condiciones. Yo mismo podía haber ofrecido interesantes sugerencias al Creador acerca de determinados puntos de mi fisionomía, habida cuenta de mi profundo desacuerdo sobre los mismos, pero, si he de ser sincero, no se me proporcionó la oportunidad de haberlo.
Nacimos -nos nacieron- hombre o mujer y la literatura y el cine no han hecho otra cosa que responder a esa dicotomía. Y así, otra aportación del libro de Alfonso y Teresa consiste en recordarnos que eso nos convierte, a ellos y ellas, en contingentes (y ‘contingentas’, que diría don Pedro Sánchez, si supiera en qué consiste el concepto de contingencia). Entre otras consecuencias de ese carácter contingente, está la de que el varón necesita de la mujer y la mujer del varón, y que ambos están incompletos y capidisminuidos sin el uno o sin la otra. Conclusión que, encima, supone la negación de toda la tontuna feminista bajo la siguiente y acertada fórmula: ni el varón es superior a la mujer ni la mujer es superior al varón, punto y final.
Ahora bien, ante la idiocia que nos circunda, alrededor de la superioridad de la fémina actual, en inteligencia y santidad, el libro opone la disparidad absoluta de condición frente a la igualdad de derechos, que no de deberes, en una misma naturaleza. Es una de esas obviedades que hoy conviene recordar ante la necedad que nos rodea.
Otra aportación del matrimonio Basallo-Díez: para que el hombre esté solo no conviene que el hombre esté sordo. Como decía aquel, no sabemos si se puede escuchar todo lo que dice la pareja pero conviene intentarlo. La sordera suele ser la antesala de la soledad, al parecer otra plaga de la era internet.
Más aportaciones de Diez Mujeres de cine. Una que resulta hiper-actualísima: el futuro de nuestros hijos es peor que el nuestro, por lo que los padres de hoy están obligados a ayudar a sus hijos más que los suyos les ayudaron a ellos. La ‘abuelidad’ se ha convertido en una imperativa segunda paternidad. Además, la nueva generación es muy blandita. La pareja sesentona ya no acaba sus deberes con la emancipación de la prole, y esto no tiene por qué ser malo.
A fin de cuentas, como también destaca el libro en su acertado análisis de esa película genial llamada El Gran Torino, sólo existen dos personas en el mundo: los felices y los tristes. Los segundos son los que sólo miran alrededor de sí mismos, los primeros son los que viven para los demás.
A los primeros se les conoce en el siglo XXI, como los deprimidos, asolados por la enfermedad de nuestra época, la que cuenta con más pacientes.
Podría hablar de otras muchas ideas sobre la pareja heterosexual (¡Qué bien me ha quedado esto de pareja heterosexual!) y las enormes posibilidades que ofrece, según Diez Mujeres de Cine, pero podrían resumirse todos ellas en esa propuesta brillante de Basallo y Díez de que el secreto de la pareja y, con ello uno de los grandes secretos de la vida, consiste en “elegir lo que te pasa”.
El hombre es libre, sí, y puede cambiar muchas cosas, pero no puede ni tocar su naturaleza sin sufrir feroces riesgos... en su naturaleza. Por tanto, puede cambiar la realidad pero con líneas rojas. Considerando que es un ser creado, la verdad es que goza de una gran libertad.