Tan acertada como atinada, la noticia de El Mundo sobre la dimisión del presidente del Banco Mundial, David Malpass. El bueno de Malpass no estaba dispuesto a ejecutar la bonita ceremonia del Apocalipsis climático, ni la subordinación del ser humano racional al planeta, ni adorar a la Madre Tierra, la clemente diosa Gaia, a la que se ofrecen sacrificios rituales consistentes en pasar frío y hambre y en que delegues toda tu propiedad privada en los gobiernos, perdón, en el Estado, que cuidará de ti, desde la cuna a la tumba.
Malpass es tan prosaico que había decidido esta prioridad: primero, que todos los hombres puedan comer, después, he dicho después, ya salvaremos al planeta. Encima, se negaba a echar lodo sobre la criatura racional, que según los verdes es la culpable de toda la contaminación planetaria. Una afirmación que, como conoce todo aquel que no sea un ultra peligroso, resulta una evidencia científica.
Vamos, que Don David se había convertido en un incordio para la mayor ONG del mundo y para el Nuevo Orden Mundial (NOM). Sí, ya sé que el Banco Mundial (BM) es gubernamental, pero todas las ONG lo son: principalmente viven del dinero público, igual que el BM.
Total, que Malpass, no era ningún fanático del cambio climático y si no eres fanático del Apocalipsis del clima eres un fascista de mucho cuidado. Así que ha tenido que dimitir.
En el siglo XXI hay dos religiones, que se viven, en el escenario político, como dos ideologías: la de siempre, el cristianismo, que conoce bien al hombre, y la religión-ideología de la sostenibilidad, que conoce bien, creo, al planeta. La cosmovisión cristiana se resume en el Génesis 9, 1-13: "Dios bendijo a Noé y a sus hijos diciéndoles: Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra. Todos los animales de la tierra y todas las aves del cielo os temerán y os respetarán; todos los reptiles del suelo y todos los peces del mar están a vuestra disposición. Todo lo que vive y se mueve os servirá de alimento: os lo entrego todo, lo mismo que los vegetales... Quien derrame la sangre de un hombre, por otro hombre será su sangre derramada; porque a imagen de Dios hizo él al hombre. Vosotros sed fecundos y multiplicaos, moveos por la tierra y dominadla".
Multiplicaos, henchid la tierra y sometedla,... y a Gaia que le vayan dando por donde amargan los pepinos y se rompen los cestos. Ocupémonos primero de que al hombre no le falta lo elemental para su realización como persona y, sólo en segundo término, por el futuro del planeta, entre otras cosas, porque el futuro del planeta no está en nuestras manos y un pequeño asteroide podría obligarnos a volver a empezar, pero también porque el genio del hombre capacita a este planeta a alimentar a decenas de humanidades. La tierra debe ser explotada y exprimida en beneficio del hombre, no esclavizar al hombre en beneficio, presunto, del planeta.
¿Significa esto que hay que contaminar la tierra? Por supuesto que no, debemos cuidar la naturaleza, pero no por el planeta en sí, sino para dejarla disponible para la próximas generaciones de seres humanos. En cualquier caso, el planeta es para el nombre, no el hombre para el planeta.
El Génesis tiene razón, el ecologismo nos lleva a una vida de esclavos. Y David Malpass ha hecho bien en dimitir. Me temo que su sustituto sea otro apóstol del apocalipsis climático, que volverá al BM de los años noventa del pasado siglo, dedicado a promocionar el aborto en todo el mundo, bajo el principio -otra evidencia científica- de que la mejor manera de acabar con el hambre es matar al hambriento. Así no sufre.