Domingo 24 de abril: Fiesta de la Divina Misericordia, festividad litúrgica laureada con indulgencia plenaria, que se celebra el Domingo después de la Resurrección. Se trata de la única fiesta litúrgica creada como tal en todo el siglo XX, instaurada por San Juan Pablo II en el año 2000, el mismo Papa que, ese mismo año, canonizó a la polaca Elena Kowalska (Santa Faustina Kowalska). Hablamos de una monja vidente -sí, se llaman videntes o también profetas- canonizada hoy como el apóstol de la Divina Misericordia. 

Aconsejo firmemente la lectura de su Diario, que ha extendido, desde Cracovia, por los cinco continentes, la devoción a la Divina Misericordia... de Cristo con todos los seres humanos.

Ojo, durante 30 años la canonizada Kowalska, sufrió el interdicto del Vaticano y su Diario estuvo en el Índice de libros prohibidos. De prohibida a santa en 22 años: entre 1978 y 2000. 

La misericordia de Cristo hacia el hombre es el don de Dios a nuestro tiempo. Pero ojo, nuestro tiempo se acaba. Necesitamos sentido de urgencia. No es momento para jubilarse

¿Por qué fue proscrita Faustina Kowalska? Porque las jerarquías eclesiásticas siempre sospechan de las manifestaciones extraordinarias -y hacen bien, hay muchos iluminados interesados y algún que otro tarado- y porque, en pocas palabras, la profundidad teológica de sus escritos no se conforman con las características de esta monja, hija de campesinos, sin estudios. Me imagino al prelado vaticano de turno mirando de soslayo a la protagonista y concluyendo: aquí hay trampa, esto no puede haber salido de alguien tan ignorante y poco preparado. Ni tan siquiera tiene estudios de filosofía. Lo que rebela, también, que hasta a los purpurados les afecta más el prejuicio sobre el quién que el estudio del qué.  

Y a todo esto, ¿qué dijo Santa Faustina? Toda su aportación, ingente, a la historia se resume en cuatro palabras: Jesús en Vos confío. Recuerden, la fe no consiste en creer sino en confiar, en confiar en alguien, no en algo, en confiar en Jesús de Nazaret. Es decir, Kowalska predijó, en su 33 años de vida, el abandono en manos de Dios, un modelo de vida idóneo para la era moderna. No en vano, se considera a la polaca como el intermediario del "don de Dios para nuestro Tiempo", que consiste en la confianza en su bondad de Dios, por encima de todas las tribulaciones del hombre contemporáneo, que a menudo parecen insalvables..

Ahora bien, estamos en 2022 (Faustina Kowalska murió en 1938) y para este domingo quisiera reseñar las ideas-fuerza de este "apóstol de la Divina Misericordia".

La primera, la más dura: "La palabra no convirtió, la sangre convertirá". Sí, en sus revelaciones a Santa Faustina, Cristo habla de su corazón compasivo pero también de que a la era de la misericordia sucederá la era de la justicia divina, que puede ser terrible: "Los ángeles tiemblan ante ese día", llegarían a afirmar y lo que puede resultar aún más inquietante: "Prepararás al mundo para mi última venida".

Yo lo resumo así, seguramente mal: la misericordia de Cristo por el hombre es el don de Dios a nuestro tiempo. Pero ojo, nuestro tiempo se acaba. Necesitamos sentido de urgencia. No es momento para jubilarse. El mundo no está como para cruzarse de brazos. Cristo exige una resolución: con Él o contra Él. Y el tiempo se acaba. 

Misericordia, un concepto resbaladizo: una cosa es desear ser querido y otra desear ser preferido. La misericordia quiere, no prefiere, porque toda preferencia implica discriminación

Por otra parte, cuidado con el resbaladizo concepto de misericordia, que la psicología moderna, al autoconcederse prerrogativas que nadie le ha otorgado, ha enlodado hasta en sus premisas iniciales. Ejemplo: una cosa es desear ser querido y otra desear ser preferido. Para conseguir amor hay que dar amor, no pretender convertirse en el centro de atención. Amar no es recibir, es dar y el amor no son sentimientos, es voluntad, no es sentir, es hacer. Y el amor a Dios no es excepción a esta regla, es el modelo de la regla: obras son amores y no buenas razones.

La misericordia quiere, no prefiere, porque toda preferencia implica discriminación. Eso significa, por ejemplo, que la misericordia de Dios hacia mí es incompatible con mi inclemencia hacia los demás. La misericordia de Cristo, nuestro gran consuelo, se muestra exigente, porque la misericordia aventaja al juicio y, sobre todo, porque quien no practique misericordia no alcanzará misericordia. Ni con Dios ni con los hombres. 

Pero empiece consolándose con Dios: "Jesús en Vos confío". Esas cuatro palabras pueden llenar una vida... de misericordia.