Por fin hemos llegado a la indeseable meta. Estamos ante el umbral del cambio propiciado por el Nuevo Orden Mundial (NOM). Se han urdido todas las estrategias posibles para ello: políticas, callejeras, mediáticas, mentiras, medias verdades y, a veces, también la verdad para destruirla y hacer que desapareciera.

Este pasado día 20 de enero estrenamos el nuevo escenario que va a reimpulsar con más fuerza que antes el cambio de la sociedad, el mundo como hasta hoy lo hemos conocido. Donald Trump ha sido desahuciado como inquilino non grato. Con esa vacante, el muro de contención de la barbarie progresista dominante ha caído. La cultura de la muerte se expandirá a toda velocidad obviando la libertad de querer o no hacerlo, como el aborto y lo que será la eutanasia. Se pondrá al galope la deconstrucción antropológica natural del hombre, la creación de un nuevo ser a la medida del globalismo mundial. Una persona nueva que hereda el nombre de humano, pero que no será lo mismo, porque si las verdaderas potencias del ser humano, inteligencia y voluntad, se anulan, se convierte en un ser más que vaga por la creación sin rumbo hasta que lo meten en vereda como ocurre con los animales de granja.

El feliz mundo de la inocuidad: si se anulan la inteligencia y voluntad del ser humano, se convierte en un ser más que vaga por la creación sin rumbo

El nuevo poder que Joe Biden y Kamala Harris van a accionar es el poder de Un mundo feliz, sí, la novela de Aldous Huxley, que escribió para denunciar y avisar a las generaciones de su tiempo, y que sin embargo fue tomada al pie de la letra para saber cómo ser eficaces en la transformación de la sociedad: una masa de carne feliz, que piensa, pero no decide; que come y fornica, sin preocuparse de más. Exacto, un estado patriarcal que te lo da todo a cambio de tu libertad. Un patriarcado que rechazan tantas mujeres a gritos, con las tetas al aire, y el corazón inoculado de odio al hombre sin saber por qué.

Pero no solo será ese cambio el que venga. Los cambios políticos vendrán también de la mano de una gestión internacional de concesiones regadas de millones para que se haga sólo lo que ellos digan que hagan. Parece que China es el modelo ideal. Un estado opresor y multimillonario que hace lo que quiere porque lo tiene todo: el dinero y la voluntad sometida de sus súbditos. Y entre China y el resto del mundo occidental, Estados Unidos, un puente a la concesión de derechos impuestos. Al otro lado Europa y América, aplaudiendo al nuevo Señor del mundo, como bien narra Robert Hugh Benson. Un ramillete de lacayos con el poder prestado mientras sigan la Agenda 2030, que miren hacia el dedo de su señor y se olviden de la luna. Porque, no olvidemos que el producto que enriquece al NOM somos nosotros, traídos y llevados a su antojo, viviendo sus mentiras como dogmas inmutables que nos hacen tan felices.

Parece que China es el modelo ideal. Un estado opresor y multimillonario que hace lo que quiere porque lo tiene todo: el dinero y la voluntad sometida de sus súbditos

Esto ha supuesto un importante retraso a los planes globalistas y ahora tendrán que recuperar el tiempo perdido. Ya han comenzado. Por ejemplo, la ONU tiene orden de que su objetivo sea la implantación del aborto en todo el mundo como un derecho. También han cruzado las manos con Xi Jinping y piensan rebajar los aranceles chinos que tan buenos resultados han producido a la economía estadounidense. Y, por supuesto, se han apresurado a elevar el cartel homosexualista en el gobierno con un hombre que se cree mujer, la doctora Rachel Levine, un transexual cuya ferocidad proabortista le precede, para dirigir la sanidad del país.

Y vuelvo tozudamente a recordar que es la Iglesia la que podrá parar esto, resistir y hacer resistir a la humanidad. Una gran responsabilidad empezando por el Papa, los obispos, el clero y los laicos, y por este orden, por ser un jerarquía. Ya saben, la responsabilidad también es jerárquica. Acuérdense de una de aquella frases en las Cartas del diablo a su sobrino, de C. S. Lewis, cuando dice: Los humanos viven en el tiempo, pero nuestro Enemigo les destina a la Eternidad. Él quiere, por tanto, creo yo, que atiendan principalmente a dos cosas: a la eternidad misma y a ese punto del tiempo que llaman el presente. Porque el presente es el punto en el que el tiempo coincide con la eternidad.

Las armas de la Iglesia no son los caudales financieros, ni las reservas energéticas, tampoco su arsenal nuclear. La Iglesia cuenta con lo de siempre: la oración, los sacramentos y también con las palabras del mismo Cristo, que sabemos que son palabra de Dios: …tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mateo 16, 13-20).