El futuro es un niño en las rodillas de los dioses pero el futuro consiste, ante todo, en lo que el hombre decida en su presente, ahora mismico, y, según esas decisiones de hoy así será el futuro de mañana.
De entrada, no existe “el lado correcto de la historia”, sentencia hoy repetida por los políticos, quienes, como decía Bernard Shaw, se parecen mucho a los pañales: a ambos hay que cambiarlos cada cierto tiempo y por los mismos motivos.
Porque sólo existe una historia: la que marca la creación -más bien recreación- que ejecuta el hombre libre, quien puede seguir la ley natural, actuar o no según su naturaleza, dictada por el Creador o bien rebelarse contra ella.
Eso sí, según la primera norma de la libertad: eres libre para elegir pero no para cambiar las consecuencias de tus actos libres. Nada hay mas tozudo que la naturaleza.
Bueno sí, hay algo más tozudo aún: la justicia (nada que ver, se lo aseguro, con los tribunales de justicia). El bien y el mal, la verdad y la mentira, no cambian... aunque muchos se empeñen, no ya en modificarlas sino en invertirlas: convertir el bien en mal y el mal en bien.
El mal de nuestra era es la profanación, la profanación eucarística. De ella procede el resto de las barbaridades, también las más visibles y palpables
Pues bien, la batalla de nuestro tiempo es la batalla de siempre, el bien contra el mal, la deciden los hombres libres -todos los hombres son libres- y hoy esa batalla se libra de estos dos estadios:
1. Ya no vivimos, como ocurrió en el siglo XX, en los tiempos de relativismo, resumidos en la frase de ‘nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira’ y en el Prohibido prohibir del Mayo francés. Ahora hemos dado un paso más y vivimos en la blasfemia contra el Espíritu Santo. El relativismo dudaba de que a algo, o a alguien, se le pudiera calificar como bueno o como malo. Por contra, la blasfemia contra el Espíritu, la marca de nuestra época, tiene muy claro que existe el bien y el mal, la verdad y la mentira y lo hermoso y lo feo... sólo que llama bien al mal, verdad a la mentira y bello a lo feo.
Se trata de una moral invertida, de la que siempre pongo el mismo ejemplo pero es que considero que es el más entendible ejemplo de lo que estoy diciendo: el derecho al aborto. El aborto ya no es algo despenalizable, algo malo pero no lo suficiente para ser castigado, penalizado. Recuerden la tribulación que atraviesa el sujeto agente, los padres, etc. No, ahora el aborto ya es un derecho humano, el derecho de una madre a asesinar a su propio hijo en su propio seno. ¡Toma ya!
Naturalmente, el derecho al aborto es un ejemplo pero no el único ejemplo de blasfemia contra el Espíritu Santo. Hemos pasado de Daniel Cohn-Bendit y su prohibido prohibir a Joe Biden, Yayoyou, el católico que pretende convertir al crimen del aborto en sacramento.
2. La segunda cuestión que marca el siglo XXI es la Batalla Eucarística. La Iglesia vive de la Eucaristía... y el mundo también. El malo de nuestra era ya no es el comunista, que pretende subvertir el orden público, ni el anarquista, que adora el caos y la ley de la selva. Es más, el neocomunismo idolatra a la democracia y no se apea el concepto de la boca. No, el mal de nuestra es la profanación, la profanación eucarística. De ella procede el resto de las barbaridades, también las más visibles y palpables.
Dicho de otra forma: el relativismo -siglo XX- ha sido superado por la blasfemia contra el Espíritu Santo. No nos quedemos en el siglo XX, avancemos para combatir en el escenario del mal del siglo XXI: ahora toca defender el gran regalo de Dios a los hombres: la Eucaristía.
En el siglo XXI la batalla consiste en detener y revertir la desacralización de la Eucaristía entre los ‘buenos’, en el universo cristiano (que, en la sociedad de la información, como extensión de la palabra de Cristo ya es el mundo entero). Lo que trata de conseguir el Maligno es la abolición de la Eucaristía, el gran regalo de Dios a los hombres, y su sustitución por un engendro de adoración al mal. Mejor, al Maligno. Y como el mal no existe sino como categoría intelectual estoy hablando de que Satán intenta instaurar una Eucaristía-sacrilegio donde se adore a la Bestia, a Él.
No existe “el lado correcto de la historia”. La historia es el resultado de la libertad individual de cada hombre
Por eso hablo de que vivimos una etapa fin de ciclo.
¿Y qué hay que hacer ante este evidente final de época histórica o incluso final de la historia? Pues exactamente lo mismo que hacemos hoy, ahora mismo, pero con tres propósitos claros:
- El bien sí existe y el mal no es sino la ausencia de bien.
- Enamorarse de la Eucaristía, el gran regalo de Dios a los hombres, el milagro cotidiano y lo que da sentido a la historia.
- Sonría por favor. Recuerde que Dios no pierde batallas y que el lema del cristiano sólo puede ser este: de derrota en derrota hasta la victoria final.
Además, los cristianos no volveremos a ser mayoría. En esta etapa fin de ciclo estamos condenados a la oposición. Pero la oposición es mucho más divertida, mucho más coherente mucho más seria.