Primero, el profesor de catalán de baja por ansiedad, porque sus alumnos castellanohablantes coreaban "Viva España", “Viva la Guardia Civil y viva el Ejército ”, “ Viva Franco ”, “ Viva Vox ”: traumático. El docente está convencido de que "El sistema educativo falla. La inmersión lingüística no existe y no existe porque básicamente no existen catalanes. Los alumnos no catalanes no pueden integrarse en una catalanidad social que en su día a día no existe". ¿Seguro que no?

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Del otro lado, conocemos el caso de un padre que ha envíado una carta a la escuela y dice que su hijo llora por "no hablar en catalán en el colegio". Según el progenitor (A) -según los tiempos modernos que corren-, asegura que "nos hemos sentido impotentes, incluso culpables, a pesar de no haberlo presionado nunca a mantener el catalán en la escuela", pero que el niño si intuye que "para nosotros es importante y también percibe nuestra preocupación por el estado del catalán en la escuela".

Esto nos recuerda a otra preocupación muy distinta, la de los padres de Canet que pidieron que su hija recibiera el 25% de enseñanza en castellano y la posterior sentencia judicial a favor derivó en una persecución a la familia de la pequeña, de cinco años de edad.

Según el juez instructor, uno de los acosadores de la niña «hizo un llamamiento a aislar a la menor», esto es a la hija de cinco años de Javier Pulido, «y a que tuviera un grupo escolar específico para ella por las pretensiones lingüísticas de sus padres, dejándola sola en el centro escolar, con las consecuencias humillantes que ello comporta», completa el magistrado, quien también recuerda que el investigado dirigió públicamente a la familia insultos como «colonos no integrados y terroristas».

Un segundo realizó el mismo «llamamiento a aislar a la menor» y que sus mensajes incluían la letra «Ñ», «en referencia a ñordo, expresión con la que usualmente se insulta a los españoles».

Del tercero, precisa el juez que «publicó diversos mensajes apuntando expresamente a la familia afectada con nombres y apellidos, de forma que fuera conocida públicamente y señalada por sus reclamaciones lingüísticas, haciendo un llamamiento a que sufrieran un infierno mediático, para hacerles la vida imposible hasta que se marchasen del pueblo en el que vivían, advirtiendo además a otras familias que se marchasen si presentaban la misma reclamación lingüística». Todo ello, remarca el auto, «en un contexto de desprecio a quienes hablan castellano en Cataluña».

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