En Hispanidad insistimos en los intentos de lavar el cerebro de los niños en los colegios. Lo que denominamos como perversión de la infancia -y que Santiago Abascal definió como "corrupción de menores"- a través, por ejemplo, de la educación afectivo sexual. Una educación que incluye -casos prácticos- lo que un padre denunciaba en el colegio de sus hijos: a las niñas se les enseña "a frotarse las vaginas para darse placer" y a los niños a "meterse un dedo en el ano y frotarse la próstata" .

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O aquella otra denuncia, también de un padre, que explicaba cómo el colegio de su hijo les enseñaba a los alumnos de 10 años qué es un trío... sin previo aviso a los padres.

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Nos vamos a detener en el previo aviso a los padres sobre los contenidos que se les imparten a sus hijos en los centros educativos. Porque, tal como recoge el informe de Profesionales por la Ética, para eliminar el adoctrinamiento en la escuela, recuperar espacios de libertad personal y social y proteger a la infancia, los padres deben asumir sus responsabilidades educativas e implicarse en la escuela; manifestar un consentimiento previo respecto a las actividades complementarias no curriculares o vigilar los libros de texto y otros materiales didácticos.

Esas son algunas de las recomendaciones para evitar, no sólo ese adoctrinamiento en las aulas, imponiendo "feminismo radical, la ideología de género, LGTBI o la manipulación política", sino también que, tal como persigue el Gobierno Sánchez, se premie al vago. Para que se hagan una idea: se aprueba el nuevo currículo de la ESO: con «perspectiva de género» y sin pruebas de recuperación, con 'la guerra del 36'... y sin alusiones al terrorismo de ETA. Así, la nueva generación de alumnos y alumnas formada por las enseñanzas del Gobierno Sánchez será afectiva, emocional, igualitaria y nada traumatizada por los suspensos. Esto promete.