Nuestro sistema político y social es un sistema garantista. Una forma de hacer entrar al ciudadano por el ojo de la aguja de la masa uniformada al grito de igualdad, sacrificando la libertad personal de elegir, para bien o para mal, lo que es bueno o malo para nosotros mismos.
Hemos visto la forma en que determinados gobiernos nos convencen a golpe de multas a no fumar en ciertos espacios, a poner en duda alguna alimentación, a vigilar las carreteras para no correr, etc… por nuestro bien, "Por su seguridad" se apresuran a rubricar con ese eslogan filántropo, como si el Estado fuese una madre buena, y la verdad es que es un padrastro tirano, porque no lo hace por nada, lo hace sobre todo por él mismo, porque de cada obligación o de cada prohibición conlleva un palo económico.
La perpetración social más dañina está en la educación de nuestros hijos, aquellos que dependen al 100% de nuestros condicionantes de vida y cuya responsabilidad civil también nos atañe en la misma proporción. Sin embargo, los políticos, legisladores y jueces consideran que no estamos preparados para decidir qué es lo mejor para nuestros hijos en materia de estudios. No hablo de las materias directas donde se aplican los conocimientos básicos que nos ayudarán a ser más eficaces el día de mañana, si no en aquello que llaman transversal como es materia religiosa, sexual e ideologías de imposición, que en la mayoría de las ocasiones chocan con las preferencias de los padres.
No cuentan con los padres a la hora de legislar sobre el sistema idóneo de cursar la educación escolar
Los padres hemos sido una y otra vez usurpados de nuestro primer derecho: educar en libertad a nuestros hijos según nuestro credo o condición sociopolítica. En cuarenta y tantos años de democracia, seguimos sin un pacto de estado por la enseñanza y los padres que consideramos que la educación diferenciada es la mejor para nuestros hijos, seguimos siendo amenazados con cerrar los centros escolares que nos dan ese servicio; unos y otros siguen exigiendo la clausura del famoso concordato que nos asegura la enseñanza de la religión católica; no podemos oponernos a que cualquiera que llegue del que no conocemos ni su nombre, enseñe a nuestros hijos sexualidad a su modo y manera; siguen enfrentando políticos y sindicatos a la enseñanza pública, la concertada y la privada; continúan sin contar con los padres a la hora de legislar sobre el sistema idóneo de cursar la educación escolar, deciden sobre ello políticos, plataformas y sindicatos, dejando de lado a los que más saben: los profesores, y a los que debemos decidir, los padres.
¿Hasta cuándo debemos ser una parte pasiva del sistema? ¿Quién protege los intereses de la educación de nuestros hijos? ¿Por qué tanta reticencia al cheque escolar? ¿Por qué tanto odio a que los padres elijan en libertad? ¿Por qué se niegan los políticos a que nuestros hijos puedan estudiar en casa sin asistir a centro educativo? Quizá la respuesta esté en el poder de la globalización universal, la masificación del individuo...
Elegir colegio, educar en libertad (Sekotia) Pablo Sagarra. Este libro se publicó hace un par de años, pero su vigencia sigue inmaculada. Un ensayo breve pero contundente sobre los derechos que les tratan de robar a los padres respecto a sus hijos. También hace un repaso de los modos de cursar la enseñanza obligatoria y de los que podrían implantarse, y que se echan en falta en muchas ocasiones. Un libro ideal para abrir boca al principio de un curso escolar que promete sorpresas...
La religión en el espacio publico (Digital Reasons) Rafael Palomino. Y si de espacio público hablamos precisamente la escuela, tanto la pública como la privada, me da igual... es el espacio público más caliente. Y es ahí donde podemos ejercer nuestros derechos que los presuntos laicistas pretenden usurar porque sí. ¿Tenemos derecho los padres cristianos a que las cruces sigan en las aulas? ¿Puede haber en el patio una imagen de la Virgen aunque el no creyente se sienta incómodo? ¿Se puede tener capilla y usarla a diario sin que un padre exija lo contrario porque dice que le imponen determinadas manifestaciones religiosas? Pues si tienes dudas como estas u otras, hazte con un ejemplar de estos y que no te engañen.
La tarima vacía (Alegoría) Javier Orrico. El autor, que no es la primera obra que escribe, lleva al terreno de la observación del lector sobre por qué y cómo han conseguido que la educación pública haya sido destruida desde lo que fue al principio, es decir, un espacio para todos donde las clases populares, rurales y más alejadas de la urbe recibían una instrucción académica, valiosa y sacrificada. En su opinión las leyes de los últimos treinta años han destruido el significado de la enseñanza popular. Interesantísimo ensayo.