En EEUU se ha producido una gran noticia para las personas (personas humanas, se sobreentiende) en estado embrionario. Y es que la Corte Suprema de Alabama -acogiéndose a la normativa propia del estado- ha sentenciado que los embriones humanos congelados son niños, es decir, personas.
Por nada menos que 8 votos contra uno, la Corte Suprema de Alabama ha afirmado que la ley estatal denominada 'Ley de Muerte Injusta de un Menor' “se aplica a todos los niños, nacidos y no nacidos, sin limitación", recoge Aciprensa.
¿Y de dónde proceden esos embriones humanos congelados? De la práctica de la 'Fecundación in Vitro' (FIV), cuya consecuencia es que aquellos embriones que no se utilizan para esas fecundaciones, que manipulan la concepción, quedan congelados.
Algunos científicos han tratado de utilizar células de esos embriones humanos, las famosas 'células madre embrionarias', para realizar investigaciones, lo que plantea el serio problema ético de que están utilizando seres humanos como 'cobayas de laboratorio', lo que atenta contra la dignidad humana de esas personas (en estado embrionario).
De ahí la importancia del fallo de la Corte Suprema de Alabama, porque viene a recordar al mundo que con esos embriones no se puede experimentar, porque son personas.
De hecho, la sentencia de la Corte Suprema de Alabama ha sido a raíz de una denuncia realizada por padres cuyos embriones congelados fueron destruidos accidentalmente en una clínica que realizaba fecundaciones in Vitro. Estas padres reclamaban que esos embriones deben ser protegidos por la legislación estatal (por la citada Ley de Muerte Injusta de un Menor).
Hispanidad ha recordado en múltiples ocasiones que las investigaciones con células madre embrionarias no han logrado resultados científicos --han sido un fracaso-- y que es mucho más ético y eficaz emplear para las investigaciones las células madre adultas (que proceden de los tejidos humanos y que no plantean ningún problema ético, pues no matan a nadie).
Todo esto quedó perfectamente resumido en la frase de Benedicto XVI: “Dios ama al embrión”.