Hispanidad ha ido recogiendo casos de personas trans arrepentidas de sus transiciones de género, por ejemplo, el de Helena Kerschner, que explicaba el suplicio que supone cambiar de sexo. O el caso de Sandra: "Te meten el pene para adentro. De su tamaño dependerá la profundidad de tu vagina. Con el prepucio te hacen el clítoris". O el de Nagore, la mujer que paró su transición a hombre. O el caso de Susana, la primera trans arrepentida que reclama a la Sanidad pública: "Yo tenía 15 años. ¿Cómo me dejaron hacer eso?". O el de Ryan, un trans arrepentido que critica la locura de transicionar: "Nadie me cuestionó, ningún profesional hizo nada, estaba básicamente autodiagnosticándome".
Hoy El Debate recoge un nuevo caso de arrepentimiento de una joven trans, que ha llegado a denunciar al hospital y a los médicos que le extirparon los pechos cuando solo tenía 13 años, alegando que estos le obligaron a someterse a dicha intervención a pesar de sus evidentes problemas de salud mental «con fines lucrativos».
Se trata de Kayla Lovdahl, una californiana de 18 años, que ha denunciado a Kaiser Foundation Hospitals (Oakland, Estados Unidos) y a cuatro de sus médicos, por daños y perjuicios, alegando haber fomentado «un abuso médico ideológico y con ánimo de lucro».
Sus padres, que no sabían como ayudarla, permitieron a la entonces preadolescente que buscara ayuda médica, una situación que provocó que tuviera que someterse a arriesgados tratamientos. A los 12 ya consumía bloqueadores de la pubertad y testosterona a pesar de la ausencia total de una evaluación psicológica adecuada. Cuando los progenitores mostraron a los profesionales médicos su preocupación por las inminentes cirugías, la demanda asegura que se les contestó: «es mejor tener un hijo vivo que una hija muerta», añade la información de El Debate.
Su demanda es una condena al sistema que le permitió someterse a un tratamiento invasivo e irreparable a una edad tan temprana: «No hay ningún otro campo de la medicina en el que los médicos extirpen una parte del cuerpo que está sana e induzcan intencionadamente un estado de enfermedad de la glánduda pituitaria basado simplemente en los deseos del paciente adolescente».
Lovdahl añade que «la gran mayoría de niños con identidad de género cruzada que reciben tratamiento médico en la adolescencia temprana corren el riesgo de arrepentirse de la decisión cuando tienen edad suficiente para darse cuenta de su pérdida».
Volviendo a toda esta locura de la imposición del lobby trans de sus postulados, Hispanidad ha recogido casos en los que se ve cómo toda la maquinaria trans coacciona y empuja a jóvenes a tomar deciones irreversibles de las que se pueden arrepentir. Como Chloe Cole, que denunció la coacción a la que fueron sometidos sus padres por parte de los médicos:"¿Preferirías tener una hija muerta o un hijo vivo?". O el del ex marine estadounidense Chris Beck, que advirtió que los famosos bloqueadores de la pubertad "son las mismas hormonas que solían utilizar para la castración química para pedófilos”. O el de Amelia, transgénero arrepentida, que denunciaba la coacción que sufrió: le dijeron que "si no transicionaba no iba a ser feliz y me acabaría quitando la vida".
Muestra de esa imposición del lobby trans de sus postulados son los protocolos -esto pasa en España- en los colegios que obligan a los profesores a denunciar a los padres que se opongan a que sus hijos cambien de sexo.
Hispanidad también ha recogido cómo aumenta el número de trans que se arrepiente de su proceso de cambio de sexo.