Vivimos tiempos de liberticidio, que algunos se empeñan en llamarlo libertad. Tiempos de liturgia laica a machamartillo legislativo y la censura desde las redes sociales. Todo aglutinado en una serie de religiones duras de vivir si te manifiestas como agnóstico social. Y de todas esas religiones como las leyes LGTB, los nacionalismos, el feminismo, etcétera, están untados del puritanismo más dañino que hay, que es la libertad personal. Puritanismo es lo que los protestantes, y luego en modo rodillo, aplicaron los calvinistas, que es el hacer algo por hacerlo, sin valor trascendente, sin esperar la mejora personal, sino por la presión que ejerce la dictadura de un sistema que desea u ostenta el poder. El puritanismo de hoy se rige por la aplicación de la censura social que dirige las nuevas formas de conducta. Sin duda la lucha de sexos, el feminismo radical y la inclusión de leyes homosexualistas son los grandes talibanes de las hordas de individuos cada vez más vacíos de intelectualidad y más henchidos de sensualidad. El desarrollo durante décadas de una sociedad hipersexualizada que lleva a pensar que dar rienda al cuerpo sin sopesar las consecuencias, es vivir una libertad extrema. Una libertad extrema que conlleva la liturgia severa que cuando algún feligrés osa no respetarla, es duramente recriminado, se le margina y se le echa del sistema como a un apestado, y si llega el caso a ser contumaz en su rebelión, se le aplica una de las próximas leyes LGTB que para eso están concebidas y todos los partidos gobernantes, o con pretensiones a hacerlo, comulgan con ellas, aunque el Partido Popular se abstenga y mire para otro lado, en un gesto más de escrúpulo acomplejado. Chesterton escribió Herejes a raíz de la propuesta de sus coetáneos, materialistas y hedonistas, como Shaw, Wells, Kipling que eran entonces los referentes progres de moda. Y lo hizo precisamente para denunciar lo que hoy mismo podría volver a denunciar: las leyes, la presión social desde sus medios de comunicación y los personajes de moda en el arte, la escena y los mentideros, los locales de la farándula del momento. Inglaterra y Escocia, cuna del puritanismo religioso, exportaron al mundo la forma de pensar aborregadamente por miedo al qué dirán o al jarabe de palo. ¡Qué poco han cambiado las cosas! Leer libros -no solo Twitter o memes en Facebook-, es necesario si queremos saber argumentar en los corrillos de nuestro entorno más común. Hay que tratar de asistir a actos culturales con presentaciones de libros, ponencias y/o conferencias con personas de relevancia intelectual, ¡que las hay! Hay que empeñarse en saber más, más y más para no asustarse de los muchos absurdos que se imponen desde las minorías prepotentes mientras que la sociedad calla porque no le importa lo que digan, pensando de esta forma que su desprecio les duele -¡terrible error!, ellos saben que el silencio de los buenos es su mejor coartada- o por miedo, cosa que es normal si no sabes cómo responder a sus ataques frontales. Alteridad sexual (Palabra), de María Calvo Charro. Una propuesta que va al núcleo duro de la ideología de género: el seso. Los voceras de esta ideología salvaje y asesina se empeñan en seguir despistando al concurrido de la sociedad despistando al juego de los géneros y obviando por supuesto las publicaciones científicas, los ensayos de biólogos, antropólogos y siquiatras de todo el mundo. Este libro trata de poner en orden, una vez más, la ensalada de ideas sin pies ni cabeza que manejan políticos, periodistas y artistas de moda. Creados para ser felices (Ediciones Cristiandad), de Cardenal Schönborn. Toda sociedad en cualquier época de la existencia de la humanidad ha buscado concatenadamente la felicidad. No siempre es posible ni siempre las fórmulas utilizadas han dado los mejores resultados, y precisamente el posmodernismo no es una de las mejores. Este libro trae un estudio completo, reflexivo, y que aporta luces a lo que sí es felicidad y que nos venden como humo, como sucedáneos fatuos. Ideas para una nueva constitución española (Sekotia), de Julio Barceno. Ahora que muchos exigen, coquetean, piensan que la Constitución actual ha quedado obsoleta y que hay que darle la vuelta. El autor piensa que si eso se hace se debe hacer en serio, no solo un efecto maquillaje e interesado de forma partidaria. Si algo debe cambiar sobre todo es el control de las ideas, las personas, la metodología de uso común de los poderes políticos y legislativos. Un método que de alguna forma vuelve al pueblo y una buena fórmula es el comunitarismo. Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013
Sociedad
El puritanismo de las religiones contemporáneas
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