El artículo se titula “La España cristiana en la actual encrucijada” y su autor es el obispo de mi pueblo, el de Oviedo. Ya me he referido a otros artículos, homilías y polémicas suyas y digo sin rubor ni temor a equivocarme, que nos encontramos con la pluma egregia de un intelectual de fuste. Un obipso que, además ni se calla ni se achanta, ni comete el error de tantos clérigos cerbatanas que no bajan del Olimpo de la teoría evitando el lodazal de la realidad.
No, lo que ha dicho el amenazado obispo de Oviedo -amenazado, por ejemplo, por el presidente socialista asturiano, Adrián Barbón, o por la delegada del Gobierno en Asturias, la tragacantos de Adriana Lastra-. Adrián y Adriana -¿habrán sido novios como aseguran en el Principado?- no pueden permitir que el obispo sea libre ni tan siquiera en el púlpito, pero el problema es que entre ambos suman medio cerebro mientras el obispo Jesús Sanz Montes anda por cerebro y medio.
La pluma del reverendo es también para echar de comer aparte, ya la quisiera yo para mí. Pero admiro aún más su valentía.
Insisto en la lectura de su intervención. España cuenta, al menos con un obispo intelectual y peleón, de los que no defrauda a la grey porque habla claro. Lo que está diciendo monseñor Sanz, de forma inequívoca, es que la sombra del Sanchismo es alargada y putrefacta, que ha creado una España irrespirable y que pretende llevarnos a las catacumbas a los católicos, así que el primer deber de un católico hoy es el exhibicionismo y no callar ni debajo del agua. Digo... pero monseñor Sanz Montes lo dice mucho mejor que yo. Anticipo, aunque aconsejo la lectura completa:
“El mutismo y la invisibilidad es lo que desean algunos como escenario cotidiano de la presencia cristiana en toda la trama social: en el mundo de la cultura, las artes varias, la opinión, los debates éticos, los retos y desafíos sociales, y un largo etc. Como mucho, se nos permitiría seguir respirando en alguna sacristía recoleta o en algún anfiteatro ritual mientras desamortizan nuestro espacio para otro tipo de sainetes de imperativo popular. Pero tenemos el derecho y el deber de acercar también nuestra palabra, esgrimir nuestras razones, exponer nuestras reservas ponderadas o nuestra crítica constructiva en la edificación de la ciudad secular de la que también formamos parte. No aceptamos las nuevas catacumbas que algunas siglas políticas y sus terminales mediáticos nos imponen sin más, confinándonos allí como apestados, empujándonos a la inanidad muda e invisible”.
¿Lo ven?
Por cierto, no sólo es Pedro Sánchez, también Alberto Núñez Feijóo recibe lo suyo: no se necesita una mera alternancia, lo que necesita la cristiandad española es una alternativa. Que no es lo mismo.
Como siga así, me temo que el ministro de Oviedo pueda sufrir un accidente.