Con pocas ganas y profundo dolor me veo en la obligación de comunicarles a todos ustedes que nos hemos convertido en un país de funcionarios, con mentalidad de burócratas. Sí, hablo de España.

Los datos los conocen: la principal preocupación del Juan Español de hoy consiste en aprobar una oposición. Nadie quiere fundar una empresa o convertirse en un profesional o autónomo, condición mucho más libre aunque más esforzada. No, es que nadie quiere asumir riesgos. Y a esto le llamamos calidad de vida... o sea, a lo que siempre se denominó pereza y hasta cobardía.

Más de la mitad de los nuevos puestos de trabajo los crea el Estado, sean funcionarios o contratas. Y encima nos enorgullecemos de ello y hablamos de 'lo público'

No se crean que hablamos de oposiciones difíciles, que abren nuevos mundos de esfuerzo y trabajo duro. No, la mayor parte de las veces se trata de oposiciones blandas, para puestos subalternos que proporcionan un salario mediocre pero, eso sí, para toda la vida... y a eso le llaman calidad de vida.

En resumen, en la España de hoy impera la seguridad ante todo y la meta consiste en jubilarse cuanto antes... como para echarse a llorar.

No es de extrañar que nuestro principal problema sea la productividad. Pero la culpa no sólo la tiene el Gobierno, mero reflejo del pueblo, la tenemos todos y cada uno de nosotros

Continúo: más de la mitad de los nuevos puestos de trabajo los crea el Estado, sean funcionarios o contratas. Y encima el Gobierno se enorgullece de ello y habla de lo público como lo bueno y de lo privado como del mundo del fraude y el egoísmo.

Así, no es de extrañar que nuestro principal problema económico sea la productividad. Pero, ojo, la culpa no sólo la tiene el Gobierno, mero reflejo del pueblo, la tenemos nosotros, todos y cada uno, que estamos forjando una España aburguesada y conformista. Si nos doliera esta situación... echaríamos al Gobierno.

La consecuencia más venenosa es que la actual España es un país en el que la ley se impone a la moral. No se cumple el deber porque sea bueno sino porque es legal. O sea, no por amor sino por temor

Y hay algo peor, mucho peor. La consecuencia más venenosa es que la actual España funcionarial, de espíritu burocrático, nos ha convertido en un país en el cual la ley antecede a la moral. No se cumple el deber porque sea lo bueno, que a lo peor no lo es, sino porque me lo imponen, porque es legal. O sea, no por amor, sino por temor.

Mal vamos.