"Totalitarismo" es un término complejo. Por una parte, la mayoría de las personas tienen una noción intuitiva de lo que creen que significa, quizás asociándolo con ciertos tipos de ideas, gobiernos o eventos históricos… Sin embargo, el término se puede volver ambiguo cuando lo queremos definir con un significado esencial, es entonces, cuando hay posibles incoherencias y contradicciones, con otras formas actuales de políticas modernas.
Los tiempos cambian drásticamente y los totalitarismos han evolucionado. No es lo mismo el comunismo estalinista que el bolivarianismo chavista, aunque ambos beban de las fuentes del comunismo. De igual manera, no se puede equiparar el fascismo italiano de Mussolini con la agenda woke de Joe Biden, heredada de los Obama y los Clinton, quienes son vistos por algunos como los verdaderos artífices de la perniciosa contaminación global-occidental de la dictadura, o totalitarismo, de lo políticamente correcto.
Europa no es una excepción y, siguiendo la corriente del imperio al que se alinea, aplica las mismas técnicas sociales para obtener réditos políticos bajo el disfraz del igualitarismo y los derechos humanos. Sin embargo, su carga es desastrosa, dañina y paralizante. Son políticas respaldadas únicamente por el valor del dinero y la producción. Constituciones y leyes atrapadas por religiones políticas que encarcelan a los ciudadanos en celdas de aparente libertad. Si nos paramos a observar qué mueve los funcionarios europeos, veremos que convierten las políticas en normas fanatizadas, subordinadas a Estados Unidos y a los intereses macrofinancieros, y que se mantienen muy atentos a los discursos y conclusiones del Foro de Davos.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo continúan negociando políticas a espaldas de sus votantes sobre inmigrantes y, más recientemente, con los menores no acompañados (MENAS) o el Consejo General del Poder Judicial
España no es una excepción. El país sigue los dictados de Bruselas como si fuera un perrito faldero, sin importarles las consecuencias para la industria y el sector primario, ni el impacto que esto tendrá en los ciudadanos. Ya sea porque pierden sus empleos a cambio de subsidios o porque el costo de la vida aumenta mientras los salarios permanecen estancados. Tanto el PSOE como el PP continúan pactando a espaldas de sus votantes, quienes parecen no querer darse cuenta de la realidad, distraídos hoy por el sonido de las olas o mañana por las campanillas de Navidad.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo continúan negociando políticas a espaldas de sus votantes sobre inmigrantes y, más recientemente, con los menores no acompañados (MENAS) o el Consejo General del Poder Judicial. Así, el bipartidismo se convierte en un "Juan Palomo": yo me lo guiso, yo me lo como, objetivo principal de las democracias liberales que siguen el dictado del modelo estadounidense. Se trata del nuevo totalitarismo disfrazado de democracia, el peor de todos, que utiliza a los ciudadanos cada cuatro años haciéndoles creer que ellos van al timón, pero luego los culpa de las consecuencias con el argumento de "Tú lo votaste. Tú lo querías". Es una manipulación basada en mentiras y en el incumplimiento de las promesas hechas desde la oposición, o en los “cambios de opinión” una vez instalados en el gobierno. Todo esto se tolera porque el votante, sí, el votante, se deja engañar una y otra vez con el pretexto de "he votado a este partido de toda la vida" o “lo importante es que no ganen los otros”. ¡En fin!
Otro aspecto frecuentemente asociado con el totalitarismo es el gobierno de un líder único y carismático, acompañado de un "culto a la personalidad". Este culto se refiere a la adoración excesiva de una persona idolatrada por su apariencia, fuerza, inteligencia, habilidad u otros atributos. Esta veneración tiene una naturaleza casi religiosa. Hay numerosos ejemplos de cultos a la personalidad en regímenes totalitarios, como los que rodearon a Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini, Mao, la familia Kim de Corea del Norte, entre otros. Sin embargo, también existen muchos ejemplos de cultos a la personalidad en torno a figuras políticas que pretenden no ser totalitarias pero cuyo comportamiento, actitudes y pretensiones demuestran que lo son. En España tenemos a un presidente que responde a todas estas características y que su comportamiento ante la corrupción de su entrono familiar o de su gobierno y las amnistías a otros dirigentes de su partido, no hacen sino reforzar su narcisismo personal, que lo lleva a la práctica en su forma de gobernar afectando de lleno a las instituciones y la buena marcha del país, es decir, al bien común. Se rodea de colaboradores políticos y propagandistas mediáticos que jamás verán al rey desnudo o nunca se lo dirán, mientras que avanza en su gestión presidencial hacia el suicidio de España, que piensa que es suya y que nadie le dice que no lo es.
Otro aspecto frecuentemente asociado con el totalitarismo es el gobierno de un líder único y carismático, acompañado de un "culto a la personalidad"
Pedro Sánchez es un líder totalitario que carece de oposición efectiva, es más, una oposición que en ya demasiadas ocasiones ha decidido alinearse con él, por temor a que un partido antisistema como Vox mantenga cuotas de poder inimaginables en Europa. Es parte de las razones que lleva al Partido Popular a tomar decretos que desconciertan incluso a sus propios electores. Núñez Feijóo, como buen socialdemócrata europeísta, acata las directrices de Bruselas y toma decisiones que le hacen creer que lo distancian de la ultraderecha, pero no es así. La imagen que proyecta, debido a la constante acción-reacción que le provocan los complejos por ser considerados los herederos de Franco, le lleva al esperpento, ya sea por acción o por omisión. Desde la bancada del gobierno les llaman franquistas y ellos se lo siguen creyendo. Son incapaces de deshacerse de la etiqueta que los neutraliza. Este complejo, en Génova, les lleva a una cierta derivada hacia la izquierda en un intento de parecer centristas. Nadie lo comprende.
La ruptura (Almuzara), de Fernando Jáuregui. Existe una revolución en marcha que está quebrando el sistema democrático en el que vivimos, aquel que nos dimos en el 78 y del que nació nuestra Constitución. Con este ensayo, el autor nos desvela las claves que forjaron dicho sistema así como su visión de la situación actual, el momento crítico de ruptura en el que vivimos.
Los orígenes de la democracia totalitaria (Olejnik Ediciones), de Jacob L. Talmon. El libro analiza la transformación de un estado en el que los valores tradicionales y los artículos de fe dan forma al papel del gobierno en uno en el que la utilidad social tiene una prioridad absoluta. Su trabajo es una crítica de las ideas de Rousseau. Dice Talmón en la introducción del texto que “desde el punto de vista de mediados del siglo xx, la historia de los últimos ciento cincuenta años parece una preparación sistemática para la colisión precipitada entre la democracia empírica y liberal, por un lado, y la democracia mesiánica totalitaria, por el otro, en la cual consiste la crisis mundial de hoy”.
El enigma de la descentralización funcional La reforma de la Administración (Erasmus), de Alejandra Boto Álvarez. Una buena reflexión sobre los organismos públicos funcionalmente descentralizados que constituyen personificaciones separadas dentro de la Administración, y que se crean para gestionar de forma más eficiente y flexible una serie de fines. Sin embargo, éstos son vistos muchas veces como auténticos “chiringuitos” y como origen de disfunciones.