Lo primero, ver este vídeo: en él, Begoña Gómez nos vende su máster, su cátedra, su todo... y todo ello pionero o único en España. Nos muestra, en suma, su buen hacer en la captación de fondos, públicos y privados, para ONG y otras instituciones solidarias y filantrópicas... ¡Dios nos libre de los filantrópicos!

Asegura el remitente que Moncloa no quiere que se vea este vídeo. No me extraña, a mí tampoco me gustaría, porque esta es la clave del Caso Begoña: la obsesión de la mujer del presidente del Gobierno por convertirse en el centro de atención de todo lo que le rodea. Ella no podía pasar desapercibida y empezó a situarse en primer plano en todas las instantáneas, ya desde junio de 2018. 

La verdad es que sí que podía, y es lo que tenía que haber hecho, de igual forma que tendría que haberlo hecho un varón casado con una primera ministra. Pero no, Begoña tenía que ser la sal de todos los platos... feministas, de la solidaridad con el dinero de los demás y otras causas progres... 

Por eso, y no por otra cosa, estamos donde estamos y por eso doña Begoña Gómez comparece ante un juzgado. Si se hubiera quedado quietecita en Moncloa, disfrutando de todos los parabienes de la segunda dama del país... pues no estaríamos donde estamos. 

Me comentan que Begoña Gómez no deja de acusar a su esposo de que la culpa de todo lo que le ocurra a ella la tiene él, por haberse creado tantos enemigos. No lo sé, pero 'se non è vero, è ben trovato'. Verán: Sánchez ha insultado tanto, ha menospreciado a tantos, ha hecho tanto daño en sus años de Moncloa que he visto pocas críticas templadas y mucho ganar se pararle los pies, por las buenas o por las malas, a este personaje que tantos consideran un cáncer para España. 

En cualquier caso, Begoña Gómez debería haber sido más discreta y tener menos ansias de protagonismo. Si se hubiera comportado así, seguro que no estaríamos donde estamos, además, sus presuntos delitos vienen provocados por lo mismo: por su vanidad y su obsesión por el lucimiento.

Recuerden que los clásicos no hablaban de La Mujer Discreta con desprecio o minusvaloración. Antes al contrario: para los clásicos no había mujer tonta y lo que podría quebrar 'el genio femenino' era la tendencia femenina hacia la falta de discreción, la obsesión por el proscenio, cuando el mundo real se dirige entre bastidores.

Ahora ya sólo nos queda por decidir quién, en materia de egolatría y narcisismo, es alumno de quién: si Pedro de Bego o Bego de Pedro.