Hace tiempo, un matrimonio amigo que llevaban casados apenas dos años, me hicieron la pregunta del millón: ¿Tú qué crees, que estamos predestinados o te forjas el destino? La pregunta tiene enjundia pero sobre todo es una pregunta que dice mucho de ellos y del ser humano en general, porque en el fondo no dejamos de preguntarnos con el filósofo y cada vez más con el científico de dónde vengo y adónde voy, es decir quién soy yo, qué soy yo.

Vivimos un mundo lleno de confusión que incluye la identidad del ser. Y por mucho que algunos piensen que es evolución, en realidad se trata de una verdadera intromisión preconcebida en el ser humano para conseguirlo. Los humanistas de todos los tiempos han debatido seriamente sobre ese concepto, sin embargo hoy el animalismo pretende equiparar en una misma línea de valor a todo ser viviente, incluidas las plantas a las que además de vida también se la quiere amplificar con sentimientos, que no pueden ser nada más que humanos porque son los únicos que existen. Pero es un paso más al endiosamiento. Cada vez hace más ruido otro concepto sintomático que confronta lo que no somos que de lo que somos: el transhumanismo, que pretende dar carta de naturaleza y connivencia a las máquinas, por el simple hecho de que nuestras vidas se desenvuelvan entre tecnología, cada vez más aplicada a nuestra vida cotidiana.

Hoy el animalismo pretende equiparar en una misma línea de valor a todo ser viviente, incluidas las plantas a las que además de vida también se la quiere amplificar con sentimientos

Pero volvamos a mis amigos y su pregunta, ¿estamos predestinados o somos dueños de nuestro destino? Pues estamos predestinados desde el principio de los tiempos por el deseo expreso de Dios Creador, el Padre. Lógicamente es un argumento que choca radicalmente con los evolucionistas que discuten a los creacionistas lo que ya sabe, que venimos del mono y que por un azar evolutivo somos más listos, pero sólo eso…

Sin embargo, los que defienden la tesis del mono-hombre son más reacios a reconocer que creacionistas y evolucionistas son razonablemente compatibles porque va en contra de su fe cientifista donde no hay hueco para lo sobrenatural. ¡Y qué importa, si en el proceso evolutivo del “mono” Dios creador hace uso de él para infundirle un alma que lo convierta en un ser espiritual! Claro que importa, y mucho, y es que es eso precisamente lo que nos hace ser una criatura superior respecto al resto de la creación porque nos hace semejantes a Él. Nos dio su amor y por eso comprendemos el amor como lo comprende Dios, que es de nuevo reafirmado por el mismo Cristo cuando estuvo en la tierra, en los momentos más humanos y los más divinos, los más dolorosos y los más felices. El Amor de Jesucristo -perfecto Dios y perfecto Hombre- es amor humano ciento por ciento, como debiera ser el nuestro.

El amor incluía la libertad, es decir, el poder de la voluntad, y eso no lo hace menos válido a la hora de que nuestra predestinación sea volver de nuevo a los brazos del Padre. ¿Podemos reescribir nuestro destino divino y torcer el pulso a Dios? Claro, de hecho lo hacemos a diario cuando no hacemos lo que debemos, no estamos donde debemos y no perdonamos a quién debemos. Ese hecho cuestiona a aquellos que no tienen fe, o no desean tenerla porque la fe es compromiso con Dios, con nosotros mismos y los demás. Los que defienden su autopredestinación están tan altos en el pedestal de la soberbia que no les permite ver qué hay bajo sus pies. Mi pregunta para ellos es la siguiente: ¿qué pasa con todo lo que está a nuestro alrededor que no hemos elegido? Pongo algunos ejemplos para que la pregunta se entienda mejor: ninguno hemos elegido la época en la que hemos nacido, tampoco a nuestros padres, ni hermanos, ni las enfermedades que resulten de nuestra propia fallida naturaleza.

¿Y cómo podemos reescribir nuestro destino? Como antes, pondré otros ejemplos que explicarán mejor lo que quiero decir…; cuando elegimos a nuestro cónyuge, el tipo de trabajo, las relaciones sociales, nuestros hábitos, cuándo decidimos mentir o enfrentarnos a la verdad, cuando negamos el camino fácil para el ascenso social o profesional, cuando respetamos a nuestra mujer/marido como la elección libre que tomamos un día, cuando somos capaces -o no-, de anteponer la vida de un próximo hijo a la comodidad -o no-.

Todos, incluso los no bautizados, estamos predestinados a volver a los brazos de nuestro Creador, pero podemos tomar decisiones en nuestra vida que nos hagan evolucionar o desviar nuestro camino. Por eso el ser humano tiene implícita la moral de los actos que, como tantas veces he repetido, no es el comportamiento religioso de la persona, si no los actos buenos o malos que van en contra de nosotros mismos y/o los demás. Esta es la razón del porqué un no bautizado también tiene adquirida la responsabilidad de su comportamiento y quizá, sin saberlo, descubra en el día de su muerte que había un Padre que lo esperaba desde la eternidad.

La evolución del universo, de la vida y del hombre (Homolegens) de Manuel Guerra. Con palabras de Zubiri, no tiene, consiste en religión, o sea, es religión, religación respecto a lo divino. Lo que uno tiene puede perderlo. Lo que se es, no se deja de serlo mientras se es o existe. De ahí la universalidad del sentido religioso. De ahí que quien no acepta la religión tradicional se incorporará a otra, tal vez a una secta de signo religioso, mágico o ideológico, incluso elaborará su propia religión alternativa, aunque profese no ser creyente.

El ateísmo científico (Digital Reasons) de Carlos Javier Alonso. La ideología de quienes piensan que la ciencia lo es todo o, al menos, el medio principal de que disponemos para saberlo todo. Después de que la obra en sí dedique un estudio pormenorizado de las formas cintifistas y sus gurús, finalmente, acomete el estudio del estado actual del cientificismo, así como su necesaria superación, una superación no sólo útil a la ciencia, sino también indispensable para alcanzar una imagen del mundo y del hombre objetiva, ponderada y real.

El neardental inteligente (Almuzara) de Clive Finlayson. El autor, con esta obra, da un vuelco a las teorías clásicas sobre los orígenes humanos y nos plantea importantes preguntas sobre quiénes somos realmente. Hay pruebas de que los neandertales practicaron otras formas de arte, como indican los grabados recientemente descubiertos en la cueva de Gorham en Gibraltar. Relacionando todos estos hechos, el neandertal inteligente arroja una nueva luz sobre los neandertales y la «revolución cognitiva». Incluso algunas prácticas de los neandertales fueron adoptadas por los humanos modernos.