Algunos pueden no estar de acuerdo conmigo, pero la sensación de que vivimos en tiempos turbulentos y tensos, y una confusión política que genera malestar social, está provocada por una especie de evolución -vamos a llamarlo así-, desde las bases del progresismo globalista, impulsada por la corrupción de la razón y la amoralidad de los actos. Creo que esta sensación no es insignificante, sino que es algo más real que una simple teoría conspirativa. Esta incomodidad se siente tanto en la izquierda como en la derecha, y sin duda la causa está en quienes nos gobiernan, que utilizan la democracia como trampolín para el poder en lugar de hacer política, porque desde allí, desde el poder, imponen un claro objetivo de gobernanza mundial. Hoy es la Agenda 2030 la que marca los pasos hacia donde las grandes corporaciones industriales y financieras nos dirigen y los gobiernos nos legislan.
Hoy en España, al hablar de orden mundial, nos referimos a la Agenda 2030, la cual ha sido plenamente aceptada por los partidos políticos, con la excepción de Vox, así como por las instituciones más representativas del país, como la Corona.
Para abordar la Agenda 2030 podemos empezar por analizar su contenido, es decir, lo que pretende establecer desde sus objetivos teóricos. Una lectura corriente para alguien ligeramente avezado, constatará que su redacción es un ejercicio de manipulación del lenguaje, y podemos asegurar que esa escritura no es baladí porque a través del neolenguaje nos cuelan sus planes más perversos. Por ejemplo, los títulos de sus objetivos, en su mayoría, podrían ser aceptados por cualquier persona razonable, sin embargo, es crucial profundizar en cada uno de ellos, ya que muchos de los 17 objetivos buscan múltiples metas, y ahí es donde a menudo se encuentra la trampa. La mayoría de la humanidad, sin duda, no ha leído la Agenda, y una gran cantidad de personas que viven satisfechas bajo sus dictados, ni siquiera saben de su existencia o apenas han oído hablar de ella. Sin duda, ninguno de estos individuos es consciente de que su ignorancia alimenta sordamente lo que se conoce como el Nuevo Orden Mundial.
Para abordar la Agenda 2030 podemos empezar por analizar su contenido, es decir, lo que pretende establecer desde sus objetivos teóricos. Una lectura corriente para alguien ligeramente avezado, constatará que su redacción es un ejercicio de manipulación del lenguaje, y podemos asegurar que esa escritura no es baladí porque a través del neolenguaje nos cuelan sus planes más perversos
Para lograr un gobierno único o casi único, es necesario eliminar la competencia o, dicho de otro modo, silenciar las voces discordantes. Para ello, es fundamental combatir la identidad de las naciones, afectando especialmente a los países cristianos, y más específicamente, a los católicos. El objetivo final del Nuevo Orden Mundial (NOM) es concentrar el poder, lo que implica la posibilidad de reducir el número de gobiernos hasta llegar a uno solo o, al menos, que uno tome las decisiones de manera encubierta, algo que ya se está experimentando con la Comunidad Europea como proyecto piloto.
Organizaciones como las Naciones Unidas o la Organización Mundial de la Salud (OMS), aspiran a tomar el control total en situaciones de pandemia, que pueden desencadenar cuando lo deseen, asumiendo la soberanía total "por nuestra seguridad". Lo mismo puede decirse del Fondo Monetario Internacional (FMI=, que puede someternos en pocas semanas mediante crisis económicas y financieras orquestadas desde sus corporaciones. Es decir, pretenden gobernar el mundo a través del poder otorgado a los países soberanos que se alinean con estos poderes vistos como organismos de gestión mundial.
El resultado final no será en absoluto democrático. Hablan de democracia, pero realmente la están utilizando a su conveniencia. Martin Schwab, presidente del Foro de Davos, ha descrito bastante bien lo que sería la gobernanza mundial. Según él, esta gobernanza involucraría a multinacionales y organismos internacionales influenciados desde las sombras por otras entidades que llevarían a cabo esta agenda, y decretado desde el poder político. La sede de las Naciones Unidas sería el principal articulador de este proyecto, con la implementación gradual apoyada por la Unión Europea.
La prueba de todo esto, es el descontento en muchas sociedades occidentales, que se ha reflejado en las últimas elecciones europeas, mostrando un cambio de dirección en el que los ciudadanos han buscado opciones políticas que los protejan de la intervención política derivada de las leyes inspiradas en la Agenda 2030, como el Pacto Verde, el cambio climático, la inmigración descontrolada y la ideología de género.
Puede que si Le Pen llegara a gobernar, no lograría cumplir ni la mitad de estas propuestas, porque el búnker de Bruselas pesa mucho, pero por lo menos se atreve a decirlo y a proponerlo, a diferencia de España, porque... ¿Alguien ha oído algo de programas en las elecciones o todo se ha limitado a decir "y tú más"?
Y, ¡oh, sorpresa!, en Francia que, para bien o para mal, ha sido siempre un revulsivo social en sus movimientos revolucionarios, en las elecciones de estos pasados días, ha resurgido como la fuerza más votada el partido de Le Pen -aunque no es el único en Europa-, que representa precisamente lo opuesto a lo que promueven los partidos socialdemócratas, cuyas políticas se presentan como justicia social y bienestar, pero que cada vez más ciudadanos las perciben como un sistema intrusivo que crea dependencia y desigualdad, especialmente frente a la inmigración ilegal que inunda las ciudades sin consecuencias claras. Le Pen propone medidas como la jubilación a los 60 años; la reducción del IVA del 20% al 5,5% en energía, gas y gasolina; un referéndum sobre inmigración; una auditoría financiera; la eliminación de ayudas sociales a padres de menores delincuentes; la expulsión de inmigrantes delincuentes; el uso obligatorio de uniformes escolares y tolerancia cero con alumnos conflictivos, así como la prohibición de móviles en las aulas; la no participación en el conflicto de Ucrania; no reconocer un Estado palestino para evitar legitimar el terrorismo; la prohibición de productos no elaborados bajo las mismas normas que los franceses; que el 80% de la comida en comedores escolares sea francesa; el aumento de la producción en el sector primario; la simplificación de la burocracia administrativa y la reducción al mínimo de las regulaciones ambientales impositivas o prohibitivas.
Puede que si Le Pen llegara a gobernar, no lograría cumplir ni la mitad de estas propuestas, porque el búnker de Bruselas pesa mucho, pero por lo menos se atreve a decirlo y a proponerlo, a diferencia de España, porque... ¿Alguien ha oído algo de programas en las elecciones o todo se ha limitado a decir "y tú más"?
Poder y Orden mundial en el Siglo XXI (J.M. Bosch Ed.), de David Hernández y Adolfo Calatrava. En la actualidad, la sociedad internacional está inmersa en un período de incesantes cambios geopolíticos, que derivan en numerosas crisis, conflictos y tensiones. En el centro de esas transformaciones se encuentra una creciente lucha por el poder internacional. El poder es un concepto clave dentro del estudio de las relaciones internacionales, ampliamente discutido por los distintos enfoques teóricos de la disciplina.
Las claves ocultas del poder mundial (Edaf), de José Lesta y Miguel Pedrero. Los hombres más poderosos del mundo se reúnen y forman parte de un grupo de poder del cual muchos afirman que su finalidad última es crear un único gobierno mundial controlado por una élite dirigente. En esta obra, por primera vez, se exponen las creencias e ideología de este grupo, descubriendo que sus miembros practican cultos y rituales que entroncan con el ocultismo, la magia y el paganismo.
La red mundial del poder (KS O. Publishing), de Hugo Lilli. Sabía que existen centros de planeamiento estratégico que investigan incesantemente en diversas disciplinas, y los resultados de dichas investigaciones se traducen invariablemente en directrices para todos los gobiernos del mundo. Es necesario despertar la conciencia colectiva y combatir esta maquinaria de la devastación que funciona muchas veces a través de mecanismos muy sutiles, pero sumamente letales.