Juan Pablo II era un genio: en efecto, sin Cristo, el futuro da miedo y el pasado da vergüenza. La Europa actual es un continente sin Dios. Ahora bien, el agnosticismo puede quedar muy molón en la prensa pero conduce a la melancolía primero, y luego a la desesperación.
El europeo ha perdido el sentido de la existencia, que no era otro que su fe cristiana. A partir de ahí la sociedad decae. A saber: baja natalidad -¿para qué traer hijos al mundo ni vivir en la desesperación?-; pérdida de vocaciones sacerdotales, es decir, de entrega y, atención, la que creo que lo resume todo: lo que Chesterton llama la pérdida del sentido del voto.
El hombre incapaz de comprometerse para siempre, -sea con Dios, sea con una mujer o hasta con una empresa- ni es nadie ni vale para nada. Y encima suele resultar un agonías
Esto es, la ausencia de fe nos incapacita para comprometernos. Ahora bien, como dicen en Castilla, un hombre vale lo que vale su palabra y así, el hombre incapaz de formular un voto, esto es, de comprometerse -sea con Dios, sea con una mujer o hasta con una empresa- no es nada ni vale para nada. Y encima suele resultar un agonías asediado por la melancolía.
El europeo debe recuperar el sentido del voto. Y debe votar, debe comprometerse: un hombre vale lo que vale su palabra.