Observen el cartelito que pende en el metro madrileño. Nos anima a meditar según las instrucciones de Petibambou, nada menos que según el método mindfulness.
Ya he dicho en otras ocasiones que Isabel Díaz Ayuso tiene más gracejo que formación, incluso más ideas claras que ideas profundas.
Pero ahora resulta que le van los orientalismos, que ni Ayuso se atreve a animar a hacer oración cristiana en el metro. Distingamos entre hinduismo y cristianismo: orar es hablar con Dios, mientras la meditación, que yo sepa, no es sino un monólogo, si es que el sujeto agente llega a decirse algo a sí mismo.
De Oriente nos viene la única alternativa, alternativa siniestra, al cristianismo: el panteísmo
¿Hasta ahí todo bien? ¿Algo inocente? Me temo que no. El cristianismo no pretende anular el deseo, intenta superar, por amor a Dios, sus apetitos sensibles. No los anula, como hacen los orientalismos, sino que los coloca en su justo término. El cristiano no busca no desear, busca encauzar sus deseos hacia el bien.
Y, sobre todo, el cristiano tiene padre; el hindú, o el islámico, sólo tiene Dios. El hinduismo es panteísta: todo es Dios, lo que implica que el universo es un qué, no un quién. Y los qués ni dan razón de la existencia ni ofrecen esperanza y, mucho menos, consuelo. No sentir no es la liberación es la esclavitud.
O como diría Chesterton: el símbolo de Oriente, también de China, aunque el peligro llegó de la India, es el círculo, un eterno retorno esterilizante. El signo de Occidente es la cruz, abierta a los cuatro vientos.
El símbolo de Oriente es un círculo, cerrado sobre sí mismo, esterilizante. El signo de Occidente es la cruz, abierta a los cuatro puntos cardinales
Ya es hora de que nos tomemos en serio el veneno oriental, porque de Oriente viene la única alternativa, alternativa siniestra, al cristianismo: el panteísmo.
Así que señora Ayuso, no haga usted el canelo. Menos meditación y más oración, menos yoga y más paz interior, menos relajación y más mansedumbre, menos monólogo y más diálogo, menos universo y más humanidad, menos panteísmo -todo es dios- y más paterteísmo: padre-Dios.