Me comentaba un amigo su alarmante constatación de que una asociación de consagradas católicas, conversas furiosas al feminismo, se volvían cada vez menos femeninas en el trato.
La verdad es que no sé por qué se extraña. Feminismo es lo contrario de feminidad. Las feministas han declarado una batalla, no sólo contra el varón, enfrentado a media humanidad con la otra media. Y en esta guerra no se hacen prisioneros.
Por otra parte, el feminismo ha evolucionado y ya no solicita igualdad sino empoderamiento. Es decir, es una lucha de poder, no una reclamación de igualdad de derechos.
El segundo escalón feminista es el LGTB. El tercero, claro, la transexualidad
Recuerdo que hace no menos de 30 años, cuando yo intentaba ser editor, propuse a un catedrático que escribiera una obra sobre el todavía naciente neo-feminismo, hoy insaciablemente agresivo. Dijo que no merecía la pena porque el feminismo siempre acababa en lesbianismo. Me pareció que exageraba, pues entonces yo identificaba al feminismo con el halo del movimiento sufragista aunque en la convicción de que el feminismo fue abortista desde su mismo nacimiento. Pero resultó que él tenía razón.
Es más, lo que hace cinco años era impensable decir, que el feminismo suele acabar en lesbianismo... hoy es un orgullo para el feminismo oficial, del tipo que lidera en España doña Irene Montero. Por eso, naturalmente, doña Irene ya ha superado el escalón LGTB y ahora estamos en el tercer escalón: la transexualidad.
La mujer prefiere influir a imponer. Lo cual resulta de los más inteligente porque si consigues tus objetivos mediante la influencia no necesitas justificar tus decisiones
En cualquier caso, yo aún me quedo en el primero, no soy tan progresista. Digo que la obsesión del feminismo por el empoderamiento de la mujer, que no por su liberación ni por su igualdad de oportunidades, es una prueba más de que el feminismo y feminidad son dos opuestos.
Verán: comparada con el varón, la mujer goza de la virtud más importante de todas: la humildad. Entendámonos: todos somos soberbios pero la mujer lo es menos que el hombre.
Por eso, la mujer, salvo que se haya apuntado al feminismo, busca el poder menos que el hombre: prefiere influir a imponer. Lo cual es muy inteligente porque si consigues tus objetivos mediante la influencia no necesitas justificar tus decisiones.
El feminismo odia las dos grandes condiciones virtuosas de la feminidad: la virginidad y la maternidad
Por las mismas, la mujer intenta evitar la violencia física, no porque sean todas santas sino porque ahí saldrían perdiendo. Pero -otro tópico feminista- si la mujer fue siempre víctima y el hombre siempre verdugo, si la mujer no pudiera ejercer otro tipo de violencia sobre el varón... eso supondría que la mujer es más tonta que el varón... y evidentemente no es así.
El feminismo es una negación de todo lo anterior, constituye, en suma, una negación de la feminidad, y todo lo reduce a una guerra de poder entre sexos. Aparte de que en toda la guerra la primera víctima es la verdad, en este belicismo tan peculiar el feminismo provoca el viejo chiste: "Somos iguales a los hombres. Los hombres son imbéciles".
Y naturalmente, el feminismo odia las dos grandes condiciones virtuosas de la feminidad: la virginidad y la maternidad.