La corrupción de la sociedad tiene varios caminos que inducen a ella. Entre ellas, y quizás la más importante, la propia política, que legisla en una dirección o en otra para que el bien común sea una realidad o pura frustración. En otras ocasiones he hablado de leyes que son perversas y descomponedoras del individuo, como el aborto, la eutanasia y otras leyes de carácter homosexualista… Al final, son las consecuencias del posmodernismo, que cierra la puerta al individuo y crea una sociedad esclavizada de sí misma.
La pornografía es precisamente uno de estos ejemplos icónicos que, desde la aparición de internet, ha convertido a ciertos personajes oscuros en millonarios y a una sociedad cada vez más amplia sometida a la adicción que proporciona el consumo de este tipo de imágenes. Pero si la pornografía altera a cualquier ser humano independientemente del sexo que practique y la edad que tenga, lo más preocupante es que el perfil de edad cada día baja más en este tipo de consumo. Se sabe que niños de ocho y nueve años consumen pornografía generando en su interior una ansiedad biológica -porque lo que ve y siente no puede vivirlo él al carecer de la potencia sexual necesaria-, además del conocimiento falso de la realidad y, casi peor, un concepto perverso de lo que es el sexo.
Si la pornografía altera a cualquier ser humano independientemente del sexo que practique y la edad que tenga, lo más preocupante es que el perfil de edad cada día baja más en este tipo de consumo
Los teléfonos móviles -que cada día se adquieren a una edad más temprana- hacen de cada individuo una isla. Su comportamiento se convierte en algo privado, donde conversaciones y visualizaciones se hacen a la medida de cada uno, que generalmente se supeditan a intereses de gustos o necesidades, hasta que, como en el caso que nos ocupa, los gustos se convierten en necesidades. Marian Rojas Estapé, psiquiatra, ha advertido por activa y por pasiva que «ver porno de forma constante modifica tu cerebro, tu sistema de recompensa y, a la larga, tu capacidad de concentrarte pudiendo derivar a una sensación de vacío y frustración». ¿Se imaginan qué sucede en la cabeza de una criatura de diez años cuando ve imágenes que no llega a comprender -solo un halo de intuición le puede dejar ver un brillo de lo que allí sucede- y las sensaciones que le inundan? ¿Nos podemos hacer una idea de que cuando ese niño o niña lleguen al colegio al día siguiente de qué manera contemplará a sus compañeros de clase? O peor... ¿se imagina como le juzgarán a usted, padre o madre, cuando por la mañana en el desayuno les miren a la cara? Tengan en cuentan que la visión a temprana edad de la bestialidad sexual no se concibe como algo placentero, en la mayoría de las ocasiones genera repugnancia o violencia interior que se termina proyectando en los que le rodean.
La dependencia a la pornografía a nivel mundial es terrible, se calcula por millones… Pero los datos escalofriantes son los siguientes: el 30% son consumidores de entre 11 y 12 años, y el 44% corresponde a adolescentes de entre 14 y 17 años. Cuando se analiza y se pregunta a estos muchachos/as cuándo ven porno, responden que en su cuarto mientras sus padres están en la sala de estar viendo la tele… Si pongo esto no es para que se asusten sino para que tomen nota de lo que puede suceder en la trastienda de la paz de su hogar y para que, al regalar un móvil a su hijo, sepan que deben poner los medios tecnológicos necesarios que eviten a sus hijos una pesadilla. Porque sepan ustedes que la ley es muy exigente en estos casos -nótese la ironía-, y el único filtro de selección es que te preguntan si tienes más de 18 años, haces clic en “Sí” y con tan solo 11 años pasas al salón.
Marian Rojas Estapé, psiquiatra, ha advertido por activa y por pasiva que «ver porno de forma constante modifica tu cerebro, tu sistema de recompensa y, a la larga, tu capacidad de concentrarte pudiendo derivar a una sensación de vacío y frustración»
Cuando vi el presupuesto de más de 22.000 millones de euros para el Ministerio de la perversidad que dirige Irene Montero, por un momento pensé que parte de ese dinero lo destinaría a poner freno a este oscuro mercado, por varios motivos, como por ejemplo porque si hay algo antifeminista, desigual y lo que más daño procura a los niños, niñas y niñes, es la pornografía. Pero sin embargo la ministre tiene otras prioridades como alquilar una sede para el Instituto de las Mujeres por 100.000 €/mes durante 5 años… Lo que demuestra que el feminismo no es justicia, es ingeniería social.
Pero ni ella, ni tampoco Nadia Calviño que, desde el Ministerio de Economía, podría meter mano a la caja registradora de estos negocios, hace algo, porque la mayoría de estas sociedades están radicadas en Holanda para pagar menos impuestos. Siempre nos quedaba la esperanza de Pilar Alegría desde el Ministerio de Educación, que con ese empeño en mostrar a los niños desde primaria una educación para que comprendan todos los tipos de familias, o a los de la ESO a estudiar con perspectiva de género… Pero no, tampoco dicen nada. Bueno, siempre nos quedará su antecesora Isabel Celaá, que como ahora es la embajadora ante la Santa Sede…
El Estado, el gran patriarca de la familia socialdemócrata de la sociedad del bienestar, no hace nada porque confía en la madurez de sus ciudadanos para tomar sus propias decisiones. Sin embargo, las grandes plataformas de redes sociales como Facebook, YouTube, Twitter o Instagram, tienen su propio consejo inquisidor que, por decir marica, negro o ETA asesina, te congelan la cuenta personal.
El Estado, el gran patriarca de la familia socialdemócrata de la sociedad del bienestar, no hace nada porque confía en la madurez de sus ciudadanos para tomar sus propias decisione
La trampa del sexo digital (Almuzara) de Jorge Gutiérrez Berlinches. Si eres adicto al sexo o crees que estás en proceso de serlo, este libro te ayudará. Si tienes un hijo o una hija, te formará… Si eres de los que quiere saber cómo nos afecta el consumo de pornografía, te interesará.
Bienestar Digital Familiar (Autoedición) de José María Corbí. De manera amena, y práctica, se abordan las principales preocupaciones relacionadas con la “vida digital” posibilitando que, al terminar la lectura, los padres y las familias sean conscientes de a qué se enfrentan, y cómo elaborar planes para poder, por un lado, evitar que sus hijos salgan perjudicados por un uso erróneo de estas nuevas tecnologías.
Los costes sociales de la pornografía (Rialp) de James R.Stoner, JR y Donna M.Huges. Expertos de diferente perfil político y religioso, y sus conclusiones son patentes: su consumo es adictivo, exige acceder a imágenes cada vez más explícitas y violentas, y desgarra vidas, comunidades y el mismo amor. Daña por tanto la ecología moral de la sociedad y está en manos de sus ciudadanos solucionarlo.