La historia de la redención se convirtió en leyenda y la leyenda en mito. Lo que no nos dijo el gran Tolkien al pronunciar esas palabras, en El Señor de los Anillos, es que también hay un reflujo, donde el mito recupera la condición de leyenda y el hombre descubre que, como todas las leyendas, acaba de tropezar con una historial real, la verdadera historia olvidada... y la historia no es más que la mezcla de Providencia de Dios y libertad humana.
Y con todo esto quiero decir que el siglo XXI ha sido el de la mayor crisis de la historia de la Iglesia, convertida en una ONG, y, quizás más relevante, que no estamos caminando hacia la Gran Tribulación sino que el Juicio de las Naciones ya ha comenzado.
¿Qué tenemos que hacer en este crucial momento histórico? Nada en especial, si en estos términos estamos pensando: debemos hacer lo mismo de siempre, con nuestras actuales e idénticas circunstancias personales, familiares y hasta laborales.
Eso sí, urge la conversión personal a Cristo, algo que, a lo mejor antes sí, pero ahora no puede dejarse para mañana... y esa conversión sólo se puede hacer con la ayuda de Dios.
Estamos ante una Iglesia-ONG pero lo que toca es ser Iglesia-mártir, y no olvidemos que la mayor persecución romana a los cristianos fue la de Diocleciano, no la de Nerón. Pues sepan que Diocleciano no era un emperador corrupto, como Nerón, sino todo lo contrario: era un gran emperador preocupado por el bien del Estado. Precisamente por ello, Diocleciano sabía, mucho mejor que el atrabiliario Nerón (aunque éste tampoco tenía nada de tonto, sólo de cabroncete), que el Cristianismo era un peligro para el Imperio, un peligro de gran magnitud.
Así que ¡cuidado con los prohombres serios, doctos, incorruptos y nobles! Cuidado con los políticos puritanos que enseguida hablan de corrupción. No lo duden, éstos no quieren ser emperadores sino pontífices, que tienen el mismo origen y las mismas trazas: no sólo quieren mandar: quieren decidir lo que está bien y lo que está mal y algunos, invertir los valores: lo que está bien pasa a ser malo y perseguible y lo que está mal pasa a ser bueno. Como Pedro Sánchez pero en listo.
Diocleciano se cargó a la niña Eulalia de Mérida, porque no podía permitir que la fe en algo más que en Roma floreciera, ni tan siquiera en una mente infantil. Sólo la sangre podía cortar una fe que jamás veneraría al Emperador como a un dios. Quizás porque no lo era.
En cualquier caso, el 15 de agosto es la Virgen de la Asunción, la fiesta en que más pueblos de España, aunque se hayan olvidado de la Madre de Dios y hasta del mismo Cristo, celebran sus fiestas patronales. En esta tierra de María, la pregunta sigue siendo la misma: "Cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
Es hora de despertar. La conversión siempre es importante, pero ahora es urgente. Y la conversión exige la entrega de la vida.