Lo cuenta el Observatorio de Bioética, una maravilla valenciana, que todos deberíamos seguir: en Reino Unido, los mayores de edad nacidos de fecundación in vitro (FIV) ya tienen derecho a conocer al cerdo de su padre, donante de esperma.
Sí, es muy fuerte lo que digo pero ayúdenme a buscar otro calificativo para el sujeto que se hace una paja y, a cambio de unos euros ofrece su esperma, su identidad biológica, para que una mujer desconocida -a ella no le calificaré porque soy un caballero educado en colegio de pago-, a la que ni conoce para tener un hijo que es suyo... hijo que le importa un pimiento.
La fecundación in vitro (FIV) es una de las grandes salvajadas de nuestro tiempo... vendida, encima, como avance científico
Empecemos por el final: la fecundación in vitro (FIV) es una de las grandes salvajadas de nuestro tiempo... vendida, encima, como gran avance científico. En la FIV se destrozan embriones humanos cada día y no olvidemos la frase de Benedicto XVI que lo resume todo: Dios ama al embrión.
Y hablando del anterior Papa, me sirve para insistir en algo que, al parecer, resulta tirando a ignorado: una salvajada del tipo FIV no está admitida -repito, NO está admitida- por la Iglesia, la condena de forma explícita.
Benedicto XVI (Caritas in veritate, 2009, punto 75): “Pablo VI había percibido y señalado ya el alcance mundial de la cuestión social. Siguiendo esta línea, hoy es preciso afirmar que la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica, en el sentido de que implica no sólo el modo mismo de concebir, sino también de manipular la vida, cada día más expuesta por la biotecnología a la intervención del hombre. La fecundación in vitro, la investigación con embriones, la posibilidad de la clonación y de la hibridación humana nacen y se promueven en la cultura actual del desencanto total, que cree haber desvelado cualquier misterio, puesto que se ha llegado ya a la raíz de la vida. Es aquí donde el absolutismo de la técnica encuentra su máxima expresión. En este tipo de cultura, la conciencia está llamada únicamente a tomar nota de una mera posibilidad técnica. Pero no han de minimizarse los escenarios inquietantes para el futuro del hombre, ni los nuevos y potentes instrumentos que la «cultura de la muerte» tiene a su disposición. A la plaga difusa, trágica, del aborto, podría añadirse en el futuro, aunque ya subrepticiamente in nuce, una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos. Por otro lado, se va abriendo paso una mens eutanásica, manifestación no menos abusiva del dominio sobre la vida, que en ciertas condiciones ya no se considera digna de ser vivida”.
Hasta aquí el planteamiento global de Benedicto XVI pero el Papa Ratzinger da un paso más y alude a la FIV: “Detrás de estos escenarios hay planteamientos culturales que niegan la dignidad humana. A su vez, estas prácticas fomentan una concepción materialista y mecanicista de la vida humana”.
La FIV es una demostración de que vivimos bajo mínimos en materia moral y cuando uno vive bajo mínimos, hasta lo mínimo parece máximo. Es decir, hasta las más elementales normas morales parecen 'ultras'
Sí, la FIV, presente en todos nuestros hospitales y que incluso muchos católicos, en lugar de relacionarlo con la aniquilación de embriones humanos, o sea, con seres humanos con su componente genético propio y exclusivo -que es lo que es-, consideran que la FIV constituye un espléndido avance científico, como si tener hijos fuera un derecho y no conllevara deber alguno. Por lo demás, la FIV se ha convertido en el mayor exponente del mercado de la muerte -observen los miles de millones de euros que pagan los grandes fondos internacionales por los mataderos FIV-. Eso sí, ahora no son capos los que ejecutan a los rehenes sino hombres y mujeres de bata blanca.
Al menos, que quede claro que la Iglesia condena la FIV. Lo de aborto malo-FIV buena ya sólo se lo creen los idiotas: ambos son aberraciones.
Al magisterio de Benedicto XVI yo añadiría el del también alemán, cardenal Walter Brandmüller. En dos vertientes. Por una parte, “los practicantes de medicina reproductiva llevan a cabo experimentos que violan sacrílegamente a la santidad de la vida humana, una intervención que constituye una monstruosidad casi diabólica, hoy anunciada como avances espectaculares” de la ciencia.
Es el mismo purpurado, ya de 94 años de edad, quien concluye que “la aceptación de la anticoncepción, que separa el acto sexual de la procreación, ha dado lugar ahora a la práctica de la denominada ‘medicina procreadora’ -fertilización in vitro, ingeniería genética, purgas prenatales eugenésicas, aborto-, en las que el hombre se ha sentado en el trono del Creador”.
Todo empezó, insiste Brandmüller, en los primeros años sesenta y con la invención de la píldora, cuando Pablo VI lanzó la encíclica Humanae Vitae: “Para entonces, un número de teólogos católicos, en mayor o menor medida, también había apoyado la anticoncepción y el concepto de ética situacional en el que se basa esta posición había penetrado en la teología moral católica. Así, la encíclica Humanae Vitae de 1968, del papa Pablo VI, que reafirmaba la enseñanza católica sobre la anticoncepción es intrínsecamente mala, desencadenó una fuerte tormenta de protestas en el seno de la Iglesia”.
Una idea: acabemos con la FIV. Por lo menos, para evitar embriones sobrantes, impongamos que solo se insemine a un hijo y, atención, que se prohiba la eliminación de embriones sobrantes
En resumen, la FIV es una demostración de que vivimos bajo mínimos en materia moral y cuando uno vive bajo mínimos, hasta lo mínimo parece máximo. Es decir, hasta las más elementales normas morales parecen ‘ultras’ y las aberraciones se proponen como ejemplo de sensatez democrática.
Una idea: acabemos con la FIV. Por lo menos, para evitar embriones sobrantes, impongamos que solo se insemine a un hijo y, atención, que se prohíba la eliminación de embriones sobrantes. ¿Quiere usted tener un hijo por FIV? ¿Cuántos quiere? ¿Uno? Pues tantos como quiera tantos se le inseminan. Ni uno más.
Hablo para los no cristianos, claro: los católicos no pueden acceder a la barbaridad FIV. No valen excusas.
Porque resulta que Dios ama al embrión.