Los fundamentalismos están de moda. Hay fundamentalismos que se han convertido incluso en religiones sociales posmodernistas. Fundamentalismos cientifistas, políticos, opinión, etcétera. También hay fundamentalismos religiosos y de esos también hablaremos, cómo no.
Los fundamentalismos principales que se dan en la sociedad son aquellos que proceden del mayor de los fundamentalismos: la democracia. La democracia entendida, no como un poder soberano del pueblo, sino como un poder arrebatado por las oligarquías para dominarlo desde unas mayorías inexistentes que se convalidan en el Congreso, llegando a una suerte de alquimias de acuerdos y pactos que ningún español ha pedido. Eso es una manera de trilear al pueblo.
Hay muchos aspectos de la sociedad en la que los ciudadanos de a pie -el pueblo, vamos-, seríamos capaces de participar y ayudar con una democracia directa al Congreso, sobre todo en esas decisiones que surgen por generación espontánea y que no iban en ningún programa electoral. Vivimos en un mundo altamente tecnologizado que, además, gracias a la banca, las redes sociales, y la estrecha ley de datos personales, pueden alcanzar un sistema más higiénico que el actual de despachos cerrados y tacticismos medidos. Con los sistemas digitales actuales, más que experimentado por diferentes sectores, podríamos perfectamente votar y conocer los resultados más rápidamente que el sistema analógico de mano alzada. Es más, podrían acudir a la votación un votante segmentando según la temática. Por ejemplo, imaginemos que sale una ley específica para autónomos, pues que vote un estudiante o un funcionario no tiene ningún sentido.
Pero si hemos sido capaces de tener una alta tecnología dedicada a la agencia Tributaria y para Tráfico con el que nos pueden multar, notificar, localizar, cobrar, embargar cuentas corrientes, incluso atar cabos de otras informaciones ajenas a ese momento y en tiempo real, seguro que también es más que posible hacerlo para determinadas decisiones democráticas.
Estamos ante la democracia convertida en un fundamentalismo que no oye al pueblo, que impone las decisiones pactadas a espaldas de los votantes
Cuando en el Congreso se suceden una detrás de otra, posibles votaciones que sabemos que están embargadas desde el momento en que hemos colocado nosotros una papeleta en la urna, entonces lo que estamos es ante la democracia convertida en un fundamentalismo que no oye al pueblo, que impone las decisiones pactadas a espaldas de los votantes. La democracia es un sistema político para converger en la voluntad de los ciudadanos, eso sí es democracia.
Los fundamentalismos en la religión son harina de otro costal y que hace más daño a la persona, porque trasciende a su conciencia. La religión dentro de la religión, es decir los fundamentalismos religiosos que se dan principalmente en las religiones monoteístas, tanto en la religión islámica, de la que ya hemos conocido sus consecuencias de manera directa en muchos casos de occidente; y que también se da en la religión cristiana y católica. Hacer uso de la religión para subyugar al resto del pueblo es inmoral y va en contra de la libertad personal. Utilizar los fundamentos religiosos para malversar las conciencias de los ciudadanos, es inmoral. Y hay plataformas especializadas en esto, que explotan la conciencia de buenas personas para alcanzar sus objetivos personales, ya sean políticos, sociales o económicos. Incluso hay personas creyentes de buena fe que consideran que están haciendo un favor a él mismo, a la sociedad y a la moral, aplicando sin saberlo un fundamentalismo religioso. ¿Y qué demonios es un fundamentalismo religioso? Pues cuando alguien a través de cualquier medio pretende que todo el mundo se guíe por ese fundamento religioso concreto, que es la manera de censurar el comportamiento que tienen los demás. Que nos alejan de la comprensión y la caridad y atacamos de manera directa a su libertad.
Hacer uso de la religión para subyugar al resto del pueblo es inmoral y va en contra de la libertad personal
Cuando los católicos censuramos al Papa, a nuestros obispos, a nuestra Conferencia Episcopal, incluso al cura de nuestra parroquia, estamos actuando como peligrosos fundamentalistas. Hay que dar la vuelta a ese comportamiento. ¿Y si lo están haciendo mal según nuestro criterio, debemos respetar y vivir la jerarquía de la Iglesia, a la que decimos pertenecer? Sí. Y si no nos parece correcto lo que hacen, debemos decirlo pero de la manera correcta que es lo contrario a hacerlo gritando. Si tenemos que decir algo a algún responsable de alguna labor de la Iglesia, no cacareemos en las redes sociales, ni difamemos en las tertulias de bar, porque eso lo único que hace es daño a nosotros mismos y luego, de manera muy profunda, a la Iglesia a través de la descomunión de los santos, generando un posible escándalo a muchas personas.
El recién fallecido cardenal F. X. Nguyen Van Thuan, que pasó trece años de su vida en campos de concentración vietnamitas, acusado de alta traición por el simple hecho de ser obispo católico, dice en un momento determinado en la novela Libre entre rejas, de Teresa Gutiérrez de Cabiedes: Yo solo creo en una Revolución: la que libera el corazón del hombre. Las ideas pueden ser buenas, pero si nos esclavizan a un sistema… No nos pueden hacer libres. Solo la verdad nos hará libres.
La Iglesia es de Jesucristo, que por su Gracia nosotros participamos de ella
Los fundamentalismos no son revoluciones buenas y necesarias, sin embargo pueden llevan al ser humano al oscuro mundo de la mentira. Hay que tener en cuenta que la iglesia no es nuestra, ni es del Papa, ni de los obispos. La Iglesia es de Jesucristo, que por su Gracia nosotros participamos de ella.
El Yunque en España. La sociedad secreta que divide a los católicos (Nuevo Amanecer) de Santiago Mata. El Yunque aparentemente se muestra como un grupo de “ultraderecha católica”, refiriéndose en particular a las actividades de alguno de sus miembros. Los obispos de Getafe y Toledo han pedido expresamente a sus responsables, que eviten toda injerencia en las instituciones de esas diócesis. Sin embargo, otros eclesiásticos piensan que aún es posible que los miembros del Yunque colaboren con los católicos y viceversa. El libro está lleno de datos, nombres propios de personas e instituciones que participan de esta sociedad secreta.
Sabino Arana. ¿Un dios o un loco? (Kirkiño Argitaldaria) de Javier Santamaría. Si de fundamentalismos hemos hablado, no hay mejor ejemplo que los nacionalismos. Precisamente este personaje es tan controvertido en su propia historia dicen unos, como inimitable según otros. Inventor del PNV es hoy día uno de los partidos más fundamentalistas del panorama político. Conocer a este personaje nos llevará a conocer mejor las acciones y reacciones de los vascos en política y en sociedad.
Democracias y Falacias (ELC) de Julio Barceno. No es la primera vez que hablo de este libro y es que tiene mucha miga. El autor es un pensador-observador que lleva sus reflexiones a la letra impresa, por eso en ocasiones no es políticamente correcto pero casi siempre da en la diana de lo que dice de lo que sucede, mientras que tantos lo dan como si fuera algo más entre tantas. No hay casualidades en democracia, por eso quizá el espectro político esté lleno de falacias que terminan desbordando la paciencia de muchos ciudadanos. Un libro breve en formato bolsillo, que debiera de pasar por sus manos.