Es al menos sospechoso que haya tanto interés global en determinadas cuestiones, que por lo visto solo nos afectan a los países que integramos el ámbito occidental. Es decir, a los países que de una forma u otra estamos sometidos a un proyecto común bajo el influjo de Estados Unidos y de instituciones no gubernamentales como la Organización de las Naciones Unidas (que dicta qué son o no derechos humanos), la Organización Mundial de la Salud (qué decide si nos meten en casa o nos dejan salir) y el Fondo Monetario Internacional (que determina las crisis financieras que nos afectan a todos, a ricos y a pobres) y que actúan los tres al mismo tiempo, en una misma dirección y en diferentes niveles para que nadie escape al control.
Esas cuestiones que digo son aquellas que nos convierten en sociedades humanas donde las libertades individuales se reducen año a año, gracias a leyes cada día más intrusivas, cuyos métodos son obligar o prohibir. La sociedad, desprovista de estructuras civiles que la protejan, ha asumido acríticamente cualquier imposición dictada. Se imponen sin pasar por las urnas, que bien podría ser, ya que tenemos como régimen político la capacidad de elegir lo que consideremos mejor para nosotros, es decir, la democracia (no se engañen, solo es una pantomima). Todo se mueve bajo los paradigmas de igualdad, inclusión y diversidad. Todo muy bonito, pero por qué para subyugar a la sociedad tienen que hacerlo con una amenaza aparentemente filantrópica: “Por tu seguridad” es la frase mágica. El ciudadano es ese señor que paga sin rechistar y al que nadie pregunta qué es lo que realmente desea o qué es lo que de verdad le importa.
El cambio climático, la deriva de las políticas de género, el control de la economía o la intervención del Estado en lo más cotidiano. La degeneración de las sociedades ricas, donde los habitantes están peor preparados porque no lo necesitan porque lo tiene todo en internet. Todo menos la sabiduría del conocimiento aprendido y la experiencia de haberse equivocado que le dota de capacidad propia y de pensamiento crítico para tomar decisiones personales o para su familia. ¡La familia…! El constructo antropológico que ha salvado a los individuos durante toda la historia de la humanidad que conocemos, y que han disuelto bajo políticas corruptas que admiten cualquier agrupación de seres vivos como familia. La persona cada día está más desvalida sin saber ser y dónde acogerse; sin capacidad de tener para proveerse a sí mismo; dependiente del Estado como su única posibilidad para sobrevivir. Un proyecto perverso de los poderosos que anula toda capacidad de crecer. No tendrás nada y serás feliz. ¡Qué es ser feliz!
El Foro de Davos es el motor principal de que todo esto se articule como lo estamos viviendo y no ha hecho nada más que empezar. Han convertido en verdaderos pecadores climáticos a los que tenemos coche de explosión porque queremos o porque no podemos cambiar de modelo
Una tupida red de intereses que lleva a un único punto final: el poder de unos pocos con el deseo absoluto del dominio del mundo. No olvidemos que las sociedades en las que nos desarrollamos los occidentales son sociedades ricas acolchonadas por la sociedad del bienestar, cuyos habitantes han asumido que tenerlo todo y gratis, como muchos ingenuos dicen a bocas llenas, es nuestro derecho humano. “Educación libre y gratuita para todos”, “Sanidad, universal, pública y de calidad” -y sin copagos, es decir, gratis-. Alguno podría concluir que hago crítica de la sociedad del bienestar y se confundirá. Lo que no quiero es que algo que sale de nuestros -repito, nuestros- impuestos que son fruto del trabajo diario, y de los sufrimientos constantes; madrugar todos los días; soportar las inclemencias, los atascos, la hipoteca, al jefe, al empleado, el impago; las crisis políticas y financieras, etc. Los dirigentes lo tomen como algo que en su magnánima bondad nos dan generosamente… o nos lo quitan porque sí.
El Foro de Davos es el motor principal de que todo esto se articule como lo estamos viviendo y no ha hecho nada más que empezar. Han convertido en verdaderos pecadores climáticos a los que tenemos coche de explosión porque queremos o porque no podemos cambiar de modelo, y para eso nos ponen la penitencia de no poder entrar en las zonas de emisiones cero que, curiosamente, son el centro de las ciudades, que no tienen porqué ser esa zona obligatoriamente, pero los alcaldes -y si no que se lo pregunten Martínez Almeida, que llegó a ser alcalde con el eslogan de hacerlo desaparecer y luego lo amplió- optan por esto, porque es más visual e independientemente de las consecuencias para los comercios de toda la vida erradicados en esas calles, que hacerlo en una zona marginal. Pues ahora, una de las últimas ocurrencias es que para 2050 se tiene que reducir el 75% de los coches a nivel mundial, por supuesto ,por el cambio climático y por tu seguridad, claro. Al mismo tiempo, filtran en los medios de propaganda -lo que eran los antiguos medios de comunicación-, las ciudades de 15 minutos, una idea comunista que nos somete a regímenes de vida que se suponen suficientes para vivir. Todo esto para nosotros, no para ellos, porque lo de igualdad, inclusión y diversidad es solo para los ciudadanos que somos felices y no tenemos nada.
No dude ninguno de los lectores que los partidos políticos que pretenden gobernarnos, ya sean de izquierda, centro derecha, nacionalistas, ultraizquierda o filoetarras, están en el juego y dispuestos a que todo esto se cumpla porque, y para que conste por si no lo habían observado, son órdenes que vienen de arriba, de Europa, a la que cada vez debemos más obediencia porque cada año somos menos soberanos. Y por encima de Europa está el Nuevo Orden Mundial (NOM), que ya se muestra con descaro y son los firmantes de la antihumana Agenda 2030.
Los dueños del planeta (Martínez Roca), de Cristina Martín Jiménez. La autora, periodista de investigación y experta en el desarrollo del NOM, en su último libro desenmascara a los principales plutócratas de nuestra era y traza sus recorridos vitales, sus antecedentes, sus frustraciones y sus aspiraciones para, de ese modo, entender qué se proponen, por qué hacen lo que hacen y qué objetivos últimos persiguen.
Cambio climático sin complejos (Sekotia), de José Luis Barceló. El autor no niega la existencia del cambio climático, de hecho asegura que “cambio climático” es todo y que no estamos ante una etapa de la historia de la tierra única. La tesis del libro se centra en la utilización grosera por parte de determinados intereses muy particulares con los que presionar a las sociedades para llevarlas a un terreno donde se encuentren perdidas y dependientes de políticas que debilitan las libertades individuales.
La nueva esclavitud en la economía global (edit. Siglo XXI), de Kevin Bales. A través del libro, el autor descubre las fuerzas económicas y sociales que sostienen la esclavitud, desde la corrupción de los gobiernos locales hasta la complicidad de las compañías multinacionales. Bales señala con exactitud quién se beneficia de los increíbles ingresos que genera la nueva esclavitud.