Gracias a nuestro Gobierno progresista, en España tenemos la suerte de que la eutanasia esté regulada y sea legal y constitucional porque el derecho a la vida "no es absoluto". Vamos camino de que se cumplan dos años desde su aprobación.
Los únicos países donde está legalizada la eutanasia son: Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Colombia, Australia y España. Nosotros hemos sido los últimos, por lo que podemos echar un vistazo a qué ocurre en nuestros colegas criminales del resto de países y adivinar cómo acabaremos.
Lo que hemos visto que ocurre en estas ‘democracias avanzadas’ es que se empieza permitiendo la eutanasia sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales. Son los que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.
Según informa Dutchnews.nl y recoge la plataforma One of Us, Países Bajos registró su crifra récord de eutanasias en 2022, con un total de 8.720 muertes, lo que significa que un 5,1% del total de decesos en el país fueron por eutanasia, lo que supone un aumento del 14% respecto al pasado año, cuando era el 4,5% de las muertes las que se debían a la eutanasia.
Dentro de las muertes por eutanasia el mayor aumento se dio en eutanasia por demencia, que aumentó un 34%, de 206 decesos en 2021 a 288 el pasado 2022. La eutanasia por condiciones psiquiátricas se llevó a 115 personas, mismo número que en 2021.
Y como hemos comentado, la cosa irá a más. El pasado junio el ministro de Salud de Países Bajos anunció que la intención del Gobierno era extender la eutanasia a los niños. Este es sólo un ejemplo del plano inclinado o pendiente deslizante de la eutanasia, muy difícil de parar, que provoca que la vida no tenga ningún valor.