Recientemente he hecho un periplo por una amplia zona de España: Madrid, Córdoba, Cádiz, Málaga; Almería, Murcia, Albacete y Madrid a través de una ruta motera por las carreteras que unen muchas grandes ciudades, pueblos y pueblecitos que recorren la mayoría de la costa. He tenido la ocasión de asistir a misa en diferentes puntos y parroquias de diferentes diócesis, y he descubierto algunos aspectos en común: lo mucho que se desaprovechan los ambones con buenas prédicas.
No defiendo, y nunca lo haré, que los sermones se conviertan en arengas políticas, porque para eso ya están otros espacios y otras personas. Pero siempre me ha dolido lo mal que se predica en España; desconozco cómo lo harán en otros lugares porque no he estado y, además, como es lógico me preocupa donde sí estoy. Hace poco un digital de información católica habla del caso de Jennifer Mehl Ferrara, una pastora luterana que se convirtió al catolicismo a pesar de "la mala música y peores sermones". Y pienso que esto es un mal endémico de las parroquias españolas y que es posible que por "la mala música y peores sermones" no hay ni cristianos más comprometidos y en consecuencia más vocaciones.
Hay también otros puntos en común que me parecen preocupantes, que es lo poco que se habla de la necesidad de la práctica de los sacramentos, especialmente de la Confesión y la Eucaristía
Hay varios tipos de predicadores que echan para atrás para seguir con devoción la misa o sencillamente para no volver un domingo más. Por ejemplo, tenemos al cura que se limita a leer cartas, libros o sermones de otros, que además lo hacen con tal falta de entonación que sencillamente pierde todo atractivo. También, el que habla del amor como si el amor fuese algo etéreo que está ahí, suspendido en el aire, que sencillamente te envuelve en su fragancia y ya está, y no explica que el amor, especialmente el que debemos profesar a Dios, es un acto de voluntad, que en la mayoría de las ocasiones cuesta mucho y que normalmente está exento de sentimientos románticos propios del enamoramiento de un adolescente. No explican ni hacen llegar al fiel del banco que el amor se plasma en la vida diaria, en relación a los demás, y que, en la salud y la enfermedad, la pobreza y la riqueza, hay siempre un amor que vivir. Luego tenemos el que predica releyendo el evangelio, como si fuésemos tontos y/o sordos los asistentes y sin llegar a ninguna conclusión, solo termina diciendo que el Señor nos recuerda que... y lee un trozo más de un versículo del evangelio del día. Por último, están los que aportan a nuestra vida experiencias y consejos de tipo práctico, donde podemos comprender con cierta facilidad que Dios nos quiere ahí, en misa, pero también en la familia, en el trabajo, en la calle, en las alegrías y en las tristezas como si estuviésemos en misa. ¡Pero qué pocos predicadores son estos!
Hay también otros puntos en común que me parecen preocupantes, que es lo poco que se habla de la necesidad de la práctica de los sacramentos, especialmente de la Confesión y la Eucaristía. Otros elementos que las parroquias deben valorar son los siguientes: las canciones de misa... ¡por Dios, no hay otras nuevas! ¡No hay interés parroquial en crear un coro que dignifique la música de misa! Otro de los momentos álgidos es el momento de darse fraternalmente la paz... En fin, vaya cachondeo y pérdida de sentido trascedente de este acto litúrgico; situación que se agrava peligrosamente cuando la misa es para niños: carreras, risas, gritos, aplausos, canciones y bailes... Y ya fuera de la misa, la carleta generalizada al final de esta. Eso de "Silencio, la iglesia es lugar de oración" es como si ya no se llevara, una arcaísmo de unos pocos. Y, por último, pero no menos importante, las catequesis y, sobre todo, los catequistas, la mayoría de las veces en manos de las señoras mayores del pueblo o de los jóvenes con buenas intenciones, pero que ninguno tienen formación alguna del catecismo, las oraciones fundamentales, los actos litúrgicos o incluso una vida ordinaria poco coherente con la formación que imparten. ¿Quién forma a los formadores? ¿Qué criterio de selección siguen los párrocos para elegir a los que darán la formación al semillero de su parroquia?
Cuenta conmigo. El acompañamiento espiritual (Palabra) Fulgencio Espá. Si algo tiene este autor es la capacidad de narrar, de contar al oyente o a sus lectores, la fuerza de vivir junto a Dios allá donde El conviene que estemos. Además de su capacidad divulgativa que hace muy a propósito este libro como recomendado para catequistas de cualquier edad, para que se vean no solo como formadores, también como acompañantes a una vida espiritual, la mayor aventura que un niño debiera vivir: recibir al Señor en la Eucaristía.
Colección Perlas (Nuevo Inicio) Varios autores. La editorial de la diócesis de Granada ha tenido el acierto de publicar estas 12 Perlas dirigidas principalmente a niños y jóvenes en edad de catequesis, donde de forma muy atractiva se van tocando temas de máxima importancia (pinche el enlace y vea cuáles son) para conocer y amar la religión católica. Muy recomendable para chicos y chicas jovencitos que bien dirigido por los mayores (padres, abuelos, hermanos, sacerdotes…) puedan descubrir el verdadero mundo que se abre frente a ellos.
YouCat. Tu libro de oración (Encuentro). Otra publicación dirigida a jóvenes (13 a 18 años) con la posibilidad de descubrir la fuerza de la oración. Un recopilatorio de textos de las escrituras y grandes orantes de la historia que acercan al lector a la profundización personal. Se trata de una obra tremendamente pedagógica donde dará sus primeros pasos para encontrarse con Dios, y quién sabe si para mucho más -ahí lo dejo-.