No nos importa insistir porque el asunto es muy grave y no lo van a ver en la mayoría de los medios de comunicación: la censura que ejerce Google, una censura silenciosa que consiste en degradar hasta la página 50 -por ejemplo- informaciones que choquen con el discurso oficial.
Esto es muy grave porque, en el fondo, lo que hace Google no es sólo eliminar al disidente del mensaje oficial, sino controlar el habla, el lenguaje, y ya saben que controlar el lenguaje es el paso previo para controlar el pensamiento. Y las élites (el NOM), lo están logrando, no a través de conspiraciones sino de algo mucho más peligroso: el consenso, que no es otra cosa que el pensamiento único.
Google juega un papel crucial. Hasta la presidenta y CEO del diario progre The New York Times lo admitió durante una mesa redonda celebrada en Davos. Lo cuenta esa joya del periodismo independiente que es C-Fam: “Google ha logrado avances reales en cómo se indexan las cosas”, afirmó Meredith Kopit Levien. Traducido: Google sitúa el “tipo correcto” de contenido en las primeras posiciones de las búsquedas mientras que “la información no deseada” la elimina, de tal manera que encontrarla se convierte en un desafío prácticamente imposible de superar.
Censura con el Covid: encontrar contenidos que pusieran en duda el discurso oficial -por ejemplo, la eficacia de las vacunas, sus contraindicaciones, el origen del virus, la eficacia de las mascarillas, etc.- era degradada más allá de la página 100 de Google. Y era información cierta, no falsa, pero iba en contra del discurso oficial
Lo vimos de una manera muy palpable durante la pandemia. Encontrar contenidos que pusieran en duda el discurso oficial -por ejemplo, la eficacia de las vacunas, sus contraindicaciones, el origen del virus, la eficacia de las mascarillas, etc.- era degradada más allá de la página 100 de la búsqueda que, en la práctica, es como eliminarla de la red. Y era información cierta, no falsa, pero iba en contra del discurso oficial.
La censura de Google no es noticia, lo que sí es una novedad es que lo admita, incluso, la presidenta y CEO del progre The New York Times, como hemos visto antes. Y lo más grave es que esa censura ya tiene cobertura institucional y legal en Europa con la Ley de Servicios Digitales que entró en vigor el 25 de agosto de 2023 -sí, en pleno verano, qué curioso-. La ley -nos lo cuenta C-Fam- incluye, además, una sección sobre “mitigación de riesgos como manipulación y desinformación”, lo que no deja de ser muy bonito e instructivo.
La CE confía en que la Ley sea vinculante a todos los efectos a partir del próximo 17 de febrero y que todos los países miembros, incluido España, nombren a sus Coordinadores de Servicios Digitales, es decir, a sus censores oficiales.
O sea, a los censores privados, llamados verificadores -Newtral, Maldita, agencia EFE, RTVE- se sumarán los censores públicos llamados Coordinadores de Servicios Digitales.
Esto marcha.