Lo explicaba Pablo Ferrer en Hispanidad, en un magnífico compendio sobre lo que representa Google en el Internet de hoy, el cáncer del pensamiento del siglo XXI, bien flanqueado por otras obras nefandas, sobre todo para el sentido común y la felicidad del hombre, como Facebook. Decía Ferrer que "el buscador modificará en febrero su política de contenido inapropiado que estrecha el cerco -todavía más- a los medios que no se plieguen al discurso oficial". 

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Y así es. Y lo más desesperante es que los medios informativos se han plegado a ello. Por partes: la tiranía Google consiste en que hemos convertido en el rey del pensamiento moderno a un parásito, un ladrón y un censor. Parásito porque reproduce la información que hacen los periodistas, ladrón porque les ha robado a los medios tres cuartas partes de sus ingresos publicitarios, censor porque, encima, una vez encumbrado en el trono, Google se dedica a censurar lo políticamente incorrecto, a costa no de tacharlo, sino de colocarlo en la undécima pantalla. En definitiva, Google decide qué es lo que se puede leer y qué es lo que resulta casi imposible de encontrar.

El imperio Google, un puñetero buscador, también decide qué medios informativos triunfan en la red y cuáles está condenados a la insignificancia. Y lo malo es que la violentada prensa se ha rendido ante los abusos de Google

Así, Internet, nacido para la libertad, la obra que destrozó el monopolio de los grandes editores, se ha convertido en esclavo de un buscador-monopolio que ahora nos ordena lo que se puede decir y, en consecuencia, nos prohíbe lo que no se puede decir.

De esta forma, el imperio Google, un puñetero buscador, también decide qué medios informativos triunfan en la red y cuáles está condenados a la insignificancia. Y lo malo es que la violentada prensa se ha rendido ante los abusos de Google. 

Naturalmente, todo ello con métodos muy democráticos: el número de lectores manda... sólo que la inmensa mayoría de esos lectores leen en Internet lo que Google quiere que lean. La red es tan amplia que necesitan a Google y Google les muestra lo que deben leer y les oculta lo que no deben leer: negacionistas y cosas así.

La censura global de Google es el vértice principal de un triángulo que se completa con los delitos  de odio -arquitectura jurídica- y con la hipocresía social de los verificadores, la filosofía de la blasfemia contra el Espíritu Santo, la marca de nuestro tiempo

La censura global de Google es el vértice principal de un triángulo que se completa con los delitos de odio -arquitectura jurídica-, esto es, la nueva censura que confunde discrepancia con odio y disparidad con violencia. Es la misma censura que prohíbe cualquier opinión que pueda interpretarse como odio (y lo interpreta la progresía de piel finísima) y que se completa con la hipocresía de los verificadores, que no denuncian bulos sino opiniones políticamente incorrectas. Y todo ello acaba en la filosofía de la blasfemia contra el Espíritu Santo, la marca de nuestro tiempo, donde lo malo es lo bueno y lo bueno es lo malo.

Hay que acabar con el totalitarismo Google. Por ejemplo, creando otros Google. Si es el caso, desde el sector público que pueda aguantar pérdidas durante los años iniciales. Sí, se lo dice un liberal. Porque lo que es grave es dejar la cultura en manos de unos borregos irresponsables que han tenido éxito con una aplicación de búsqueda en la inmensa Internet, una aplicación que se ha convertido en el censor universal y en la arma favorita del Nuevo Orden Mundial (NOM), el mayor peligro de nuestra era.