La política socialdemócrata ha ido poco a poco levantando un muro de contención que no es tanto para protegernos de los agentes externos si no para no poder salir de él. Somos una sociedad secuestrada donde las razones de vivir se conciben desde la necesidad material. No se valora el "ser", solo el "tener" o el "estar". Se trata de una operación pinza que sujeta al individuo entre leyes de cobertura social procurada por la cacareada sociedad del bienestar que izquierda y derecha evalúan como un verdadero logro del siglo XXI y una trepidante política industrial sostenida por la industria tecnológica de la que cada día dependemos más, con el necesario consumo activo para mantener a mamá Estado. Una sociedad adoquinada de derechos, de soluciones económicas de las que sobrevivir, y que para alcanzarlas hay que cumplir con los supuestos de necesidades ecuánimes, valga la redundancia, por los más necesitados. Pero, ¿quién pude negarse a recibir dinero gratis, medicina gratis, estudios gratis…? Este es el cebo. Y la macro estructura social que maneja el Estado, la trampa. En un mundo que lucha por la igualdad, las mujeres han sido regaladas de derechos exclusivos a su sexo. Los hombres neutralizados en sus capacidades, siempre tachados de machistas y heteropatriarcales. El siguiente paso son los hijos, nuestros hijos, los que hemos tenido a bien dar al mundo, criar, cubrir sus facturas y sufrir… ¡por amor, claro, pero sufrir! Porque "el dolor duele", como decía un amigo el otro día. Atención a Christopher Dawson: «Incluso el nacimiento y la muerte, la enfermedad y la pobreza, ya no sitúan al hombre cara a cara con las últimas realidades, sino que sólo le ponen en una mayor relación de dependencia del Estado y de su burocracia, hasta el punto de que todas las necesidades humanas pueden solucionarse llenando el apropiado formulario». Dicho de otra forma, esta vez por Churchill: «Desde la cuna a la tumba», un proteccionismo helicóptero sobre el ciudadano que -"Por su seguridad"- controla, protege, mantiene, vigila y conoce cada uno de sus pasos, su historial médico, los lugares de aparcamiento y tus apariciones en las redes sociales, creando una sociedad adolescente, incapaz de auto gestionar sus problemas e incompetentes socialmente hablando. Se trata de eso, de que los hijos de hoy, sean los hombres del mañana formen parte del sistema de forma activa y pasiva, pero sin darse cuenta a ser posible. Otra vez el Estado es quien quiere dirigir los pasos de nuestros hijos en la educación, en la proyección social, en sus opciones sexuales y por supuesto de sus padres, porque los padres somos esos que no sabemos qué hacer con nuestros hijos, y los políticos, los tecnócratas ministeriales, nos dirán qué hacer con ellos por nuestro bien, pero sobre todo por el bien de nuestros hijos, que son los que mañana cuidarán con sus trabajos nuestras pensiones y las de todos los que no han tenido hijos háyanlo querido o no. 30 consejos para salvar a tu familia (Ciudadela),de Rebecca Hagelin. No es nuevo el libro, pero eso avala con más fuerza esta recomendación, porque cada día que pasa en esta sociedad, que no reduce la marcha hacia la deconstrucción, es más actual y más necesario. La autora aporta al lector de manera muy eficaz (por lo sencillo y el estilo pedagógico) 30 planes en familia para que padres y madres sepan cómo encarar los aspectos de la sociedad que más influyen a los hijos como la dominante de pensamiento de la ideológica de género, las modas y la forma de vestir o la responsabilidad en el uso de las redes sociales... ¡entre otros temas! ¿Por qué tu hijo se divierte así? (Sekotia), de María Hdez.-Sampelayo Matos y María Crespo Garrido. Un breve tratado sociológico con conclusiones interesantes sobre cómo los hijos deciden con qué divertirse, es decir, cómo gestionan su ocio en la sociedad occidental. Ciertamente da luces de hacia dónde se encaminan si conocemos sus razones. No hay que olvidar que los jóvenes de hoy son los hombres del mañana, los que decidirán sobre cómo será o no la sociedad. Sin ningún lugar a dudas un ensayo de obligada lectura a padres, profesores, sociólogos, orientadores... que se preocupan a la medio y largo plazo de las evidencias de la sociedad. 100% chicos (Ciudadela), de Meg Meeker. La guerra de género está con las espadas en alto y hay un clara víctima: el sexo masculino. Meeker expone con rotundidad qué están haciendo con nuestros hijos varones ya desde las escuelas, luego en los medios de comunicación y ahora también desde la leyes sectarias como la Ley de Violencia de Género. El objetivo, en principio, es el igualitarismo de hombre y mujer. Pero como casi todas las ideas progresistas lo hacen talando el árbol alto, en vez de encumbrar al más bajo, por una-no-se-sabe-bien-qué-deuda-histórica. Para combatir esta guerra no se realiza desde las trincheras o en la burbuja del bunker de la familia, si no dotando a los hijos de una personalidad propia de un hombre de cualquier edad. Meg aporta ideas posibles y accesibles a todos los bolsillos porque consiste en vivir la vida pero desde lo de siempre: jugar al aire libre y menos horas a los videojuegos; las normas y los límites necesarios; preservar su inocencia; asumir que es normal que un niño sea rebelde y cómo combatirlo; y cómo y cuándo tratar las grandes cuestiones de la vida que todo niño se plantea. ¡Vamos, usted mismo! Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013
Sociedad
Hijos hoy, hombres mañana
Ver más