Uno de los efectos colaterales de la caída en picado intelectual de la masa crítica ciudadana es la baja tasa cultural de nuestros políticos, al menos los que van de cabeza de cartel que son los que de alguna forma dicen lo que los españoles esperan oír. Casi cuarenta años de democratización social y diversidad, y derechos de la mal llamada ciudadanía, hemos conseguido que el que más y el que menos, sobre todo el que más, no tenga ni idea de su procedencia ancestral, desconozca su identidad personal y haya perdido los fundamentos de la historia que le llevan a reconocerse como individuo que responde a unos sentimientos que van más allá de las fronteras, de un idioma o unas creencias. Sí, es verdad que la Leyenda Negra ha hecho mella generación tras generación entre los menos leídos y entre los que leen pero solo lo que les da conformidad a su manera de pensar, porque ¡para qué molestarse y contrastar la información en otros libros, otras fuentes, incluso en pensadores o historiadores que llevan años investigando, si ya tengo un  líder que me dice qué debo pensar, incluso qué eslogan gritar...! En efecto, la hispanidad va mucho más allá de las fronteras y un idioma. La hispanidad es un sentimiento que se forja con los años, la formación adecuada y, en muchas ocasiones, con el reconocimiento de lo poco que podemos ser en comparación con todo aquello que nos precede: personas, creencias, costumbres y valores inculcados. Una forma de comprender la vida y la muerte. Una manera que hace que tratemos a los demás en la cercanía y la cordialidad de la amistad aunque no la conozcamos, porque lo importante es que es una persona como nosotros. Es en definitiva, una visión antropológica que nos lleva a ver en los demás la prolongación de nosotros mismos, es decir, la trascendencia que ha sido inoculada por el espíritu de la religión católica. El concepto de hispanidad tiene su origen en 1492 cuando España con Colón descubren América, quizá como un error, pero que les lleva a plantearse que aquellas tierras y sus hombres no eran ajenos a sus propias vidas y que lo que llevaban en sus carabelas era mucho más que víveres en las bodegas. Eran portadores de la caridad en sus corazones cristianos. Hombres y mujeres fieles al proyecto de los Reyes Católicos que transformaron aquel mundo con su idioma, los avances tecnológicos como la rueda; la llegada de nuevos animales (vacas, caballos, cerdos, ovejas...) que les dieron la oportunidad de una alimentación sana continuada; normas civilizadas que les alejaban de culturas esclavas y costumbres de convivencia; y sobre todo una fe que les convertían en seres trascendentes con la que se enriquecían unos a otros enseñando y aprendiendo de igual a igual. Desde entonces, y a pesar de que algunas voces desagradecidas -unos por intereses de poder y otros por ignorancia-, dicen que las personas oriundas de Iberoamérica disfrutan de vida porque España hizo de aquellas tierras algo propio y dio carta de ciudadanía a sus habitantes cuyas leyes españolas les protegían, de igual manera que a todos los españoles que llegaron a sus tierras. Sería una ingenuidad negar que hubo quien fue injusto y abusó de su posición. Desgraciadamente, más de quinientos años después sigue sucediendo esto también en otros países cuyos regímenes o leyes condicionan salvajemente a los ciudadanos de algunos países. Pero para ser justos haremos una comparación lo más parecida posible: la conquista de los españoles y la colonización inglesa. Hay cientos de motivos que marcarían la diferencia, pero la más visible hoy es la cantidad de aborígenes que todavía hay en la América española y los que ya no quedan en la América inglesa... ¿Usted me entiende, verdad? Pues eso, como dirían en las películas... ¡No hay más preguntas! La Hispanidad abarca razas, países, costumbres bajo un idioma y una manera de concebir la vida. Solo la izquierda sectaria e ignorante se empeña en confundir hispanidad con hispánico y dejan su rastro baboso del odio por algo que no conocen y son incapaces de comprender. ¡Feliz día de la Hispanidad...! (Leyendo en Hispanidad.com) Defensa de la Hispanidad (Homolegens). Ramiro de Maeztu. Después de una vida de continuo crecimiento intelectual y existencial, Ramiro de Maeztu escribió Defensa de la Hispanidad en 1934, dos años antes de ser asesinado a manos de milicianos republicanos. Por lo tanto, esta obra culmen opera como síntesis final que, gracias a la profundidad de Maeztu, no solo condensa lo mejor de su propio ideario, sino que recoge lo más granado del pensamiento tradicional español. Defensa de la Hispanidad supera con mucho la coyuntura histórica en la que fue escrita. La historia de España (Ciudadela). Menéndez Pelayo. En esta obra, hecha a partir de distintos textos de la obra de Menéndez Pelayo, seleccionados por Jorge Vigón, el lector no encontrará un manual de historia, sino la brillante reflexión sobre nuestro pasado común de una de las cabezas más significadas de la historia del pensamiento español. El héroe del Caribe (Libros Libres). Juan Antonio Pérez Foncea. El proyecto de Hispanidad que comenzara en 1492 tuvo su desarrollo durante siglos y el esfuerzo y la vida de muchos hombres insignes. Unos han superado los años y siguen resonando en nuestros oídos, otros lo hicieron sin gloria ni fama. Otros los han tratado de silenciar porque humilló a los que pretendían vencer a la hispanidad como gloria y como concepto. Es el caso del Almirante Blas de Lezo. Pocos hombres en la Historia de España han hecho tanto por su patria y, sin embargo, han caído en tan triste e incomprensible olvido. Un hombre con una vida épica como pocas que nada tendría que envidiar a las más trepidantes superproducciones de Hollywood. Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013