En las fechas de Navidad, cualquiera que sea capaz de ver en el Portal de Belén la luz de la Esperanza, entonces es fácil que ese acto se convierta en el momento perfecto para mirarse hacia su propio interior.
Puede ser arduo si lo hacemos con los ojos demasiado abiertos, porque las luces con las que pretenden vestir de alegría y felicidad la calle, no están dirigidas a iluminar el corazón -la conciencia-, sino a dar de comer a las grandes marcas que compiten por el trozo del pastel consumista del pos modernismo paganizado. Tampoco es aconsejable hacerlo con los oídos demasiado atentos a los ruidos de la calle, casi siempre tan chismosos, repletos de discursos tan falsos en lo que expresan como en lo que dicen que sienten. Si los deseos que dicen tener de corazón fuesen más verdad y menos marketing el mundo respiraría de otra forma.
Para un cristiano coherente, que vive estas fechas desde el íntimo calor de cierta vida interior, terminará convirtiendo su vida en una manera de pensar, de sentir, de desear, de proponer… Entonces, deberá dirigirse también a la manera de amar. Y es que todo parte de aquello que da sentido a esos días, es decir, al nacimiento de Dios hecho Carne, es decir, aquel por el que nuestra vida cobra sentido.
Vivir en medio del mundo que nos ha tocado es algo que no es rechazable lo vivas como lo vivas: en el trabajo profesional, la vida consagrada o en la celda de un claustro, porque nos encontramos precisamente donde Dios quiere que le demos gloria, donde Dios quiere que estemos para que sus planes de salvación sean los que él quiere que sean -no los nuestros-, para lo que nuestra aceptación es imprescindible. Ya lo dejó dicho san Agustín: «Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti», y desde entonces es así y seguirá siéndolo.
Lo que a mí me parece incomprensible es cómo es posible que para tanta gente que desconoce el sentido de las fiestas lo haga con tanta alegría de bestia felizmente bebida y regada. Gastando dinero en regalos para sí o los demás… ¿Cuál es su motivo? ¿Por qué se alegran de lo que no creen? ¿No se sienten incómodos haciendo algo que desconocen o, en caso extremo, no creen?
Lo que a mí me parece incomprensible es cómo es posible que para tanta gente que desconoce el sentido de las fiestas lo haga con tanta alegría de bestia felizmente bebida y regada. Gastando dinero en regalos para sí o los demás… ¿Cuál es su motivo? ¿Por qué se alegran de lo que no creen? ¿No se sienten incómodos haciendo algo que desconocen o, en caso extremo, no creen?
Vivimos tiempos descreídos. No creer en Dios, es un fracaso personal. Pero no creer en el hombre es la negación a la totalidad de la humanidad. La revolución de los agnósticos o deístas del siglo XVIII y XIX, los del súper hombre, se ha convertido en el agujero negro que tarde o temprano hace que retornemos a nuestras raíces, otra vez a Dios, a aquel que nos explica lo inexplicable y nos muestra como evidente lo oscuro. El materialismo ideológico que retroalimenta a la sociedad, pone el magno recurso de la libertad al servicio de la cultura de la muerte. ¡Cómo contrasta la Nochebuena!
Vivimos tiempos descreídos. No creer en Dios, es un fracaso personal. Pero no creer en el hombre es la negación a la totalidad de la humanidad
La sociedad, hundida en su miseria moral, solo es compensada con leyes humanas que castigan o condenan. Huérfana, se ve impedida de elegir libremente porque realmente no lo es. Una sensación ebria de movimiento sometida a un solo sentido de dirección. Es su propia esclavitud del no a todo lo que les ata al mundo. Un mundo que dirige al individuo al borreguismo más manipulable.
Quizá, por eso los no creyentes celebran un no sé qué, y los que en acto de extremada reflexión quieren darse cuenta y tratan de convencerse de su sinrazón, se disculpan porque estas fechas les ponen tristes, o no soportan la hipocresía de los que se felicitan hoy y mañana no, o porque ya no está con ellos un ser querido. En el fondo es más de lo mismo, materialismo puro y duro. Buscan la autocompasión ante lo que no son capaces de entender. Impedidos, sordo ciegos, no son capaces de ir más allá de sus deseos personales y descubrir en su interior que se trata de la celebración de la llegada de Dios, hecho Niño, y que desde hace más de 2.000 años hizo que nuestras vidas mirasen hacia arriba buscándole en todo nuestro existir.
Algunos políticos junto a los globalistas y los enemigos de Dios, endiosados en sí mismos, quieren hacer que nuestras vidas pierdan el sentido sobrenatural que nos proporciona el alma. Pero la buena noticia es que siempre, quien quiera, se encontrará a salvo de todos los cantos de sirena del mundo, el demonio y la carne. Mientras seamos propietarios de nuestros pasos, nuestras decisiones y sepamos discernir el mundo de lo mundano, es decir, seamos libres, seguirá existiendo la Navidad en nuestro interior, verdadero portal de Belén donde acoger al Señor en las frías noches del desprecio, el pecado y la ignorancia.
Solo me queda desearos una feliz y santa Navidad.
Feliz Navidad con Haendel, Bach Mozart y Vivaldi. Además de buenos libros, al menos libros sin sustos, os recomiendo también esta selección musical con partituras de toda la vida relacionadas con la Navidad. Descanso, silencio, oración… Imprescindible para estar atentos a la llamada de nuestra puerta no sea que un joven matrimonio a punto de dar a luz llame a tu puerta y no los oigas. CD con estuche forrado en tela que sabrá acompañarte en tus mejores momentos.
La noche de Navidad. Cuentos de Navidad II (Ediciones Encuentro) Francisco José Gómez Fernández. El año pasado la misma editorial sacó El día de Reyes, un primer volumen de relatos y cuentos que nos acercan a la ternura de la Navidad. Esta ocasión el editor ha seleccionado a autores de toda la vida que también se dejaron llevar por la carga pasional que tienen estos días: Galdós, Gómez de la Serna, Esquivias, Jiménez Lozano… Que merecen mucho la pena.
Al calor de belén (Sekotia) Juan Moya Corredor. Este sacerdote, prolífico escritor de ensayos y meditaciones, nos acerca en esta publicación que ya va por su 2ª edición, una recopilación de textos extraídos del Evangelio para ayudarnos a reflexionar, incluso para hacer oración, dándonos un repaso por las diferentes escenas evangélicas y haciéndonos consciente del encuentro con el Niño como algo que no es transitorio ni mucho menos estacional.